Un simpático ciudadano argentino se disfrazó de motosierra para depositar su voto en las elecciones del pasado domingo. Con independencia del golpe de efecto y los discutibles gustos estéticos del elector, era una llamada de atención sobre el símbolo de las propuestas del candidato Milei. Todo se concreta en la necesidad de una potente y decidida motosierra para resolver los problemas crónicos de Argentina. Aunque todavía hay alguno que no se ha dado cuenta, en España necesitamos una idéntica y terapéutica herramienta. 

Una sana ilusión juvenil amplió las expectativas de voto de Milei, lo que presenta los resultados como decepcionantes, cuando realmente son excelentes. ¿Dónde se estaba hace cuatro años y donde se está ahora? El peronismo obtuvo el 36% de los votos, literalmente el peor resultado conseguido por este partido en toda su historia, perdiendo más de 10 puntos respecto de las anteriores elecciones. El ministro de economía Massa ha sido el candidato más votado, mientras que Milei ha sido la segunda opción con el 30% de los apoyos. Patricia Bullrich, de Juntos por el Cambio, ha sumado un 24 % de los sufragios. Vamos a ver qué ocurre con esta última, antiperonista hasta la médula…

Los últimos culpables de la brutal pauperización de Argentina han perdido fuerza en las dos cámaras del congreso aunque el poder en el interior del país está más fragmentado. De cara al balotaje del 19 de noviembre el saldo parece positivo, pero es claramente insuficiente. Las reformas por las que apuesta Milei son de tal calado, que necesita una amplia mayoría social para que puedan prosperar. Si no es así, aunque tuviera posibilidades en la segunda vuelta, el éxito tendría un corto recorrido.

Intentemos reflexionar con todas las similitudes que tenemos con la situación de Argentina. Cuando uno ausculta el drama argentino y observa en manos de quien está la Argentina y en manos de quien puede estar, cualquiera que sea el resultado de la próxima farsa electoral, es incomprensible. El candidato más votado, es el directo responsable del desastre económico argentino, con una galopante inflación, devaluación de la moneda y una deuda externa que fagocita cualquier margen. Listo y hábil como él solo, parece hermano de su Sanchidad, un claro genio de las finanzas. Vamos, como el nuestro…

Massa ha sido el ganador de las elecciones, no sólo porque obtuvo mayor cantidad de votos, sino porque lo hizo a pesar de su actuación en el  gobierno, nefasto en todos los sentidos posibles. Las razones del triunfo de Massa son sencillas, es el estatismo, las redes clientelares del socialismo que cuando se enquista no se van. Son muchos los que dependen de salarios gubernamentales. Empleados públicos a nivel nacional, provincial, municipal, planes sociales, subsidiados de diversa condición, empresas participadas por el Estado, autónomos que le facturan al gobierno, empresarios y banqueros “asociados”, artistas y periodistas sostenidos por las arcas públicas. En Argentina, son más de 20 millones de individuos a los que Massa acertó en inocular el más terrible de los miedos, ese que te paraliza porque se acabó lo que se daba…

Para Javier Milei, en la línea de sus admirados Ludwig Von Misses o Friedrich Hayek, grandes tótems del neoliberalismo, todo pasa por el mercado. Con la absoluta libertad de mercado. Todos consideran como “socialista” a cualquiera que defendiera la más mínima intervención del Estado en materia económica. Esto pinta bonito, pero la larga experiencia del mercado demuestra que siempre hay intervencionismo. Si no lo hace el estado, lo hacen las grandes empresas o grupos de presión; las cosas, nunca son tan sencillas.

Pero hay muchas cosas del discurso de Milei que son tan sugerentes como atrevidas. Reitera una y otra vez «¿Cómo va a solucionar la clase política de siempre los problemas que ella misma ha creado?» o bien «No se puede construir una nueva Argentina con los de siempre». Este argumento tiene una fuerza excepcional porque centra y focaliza el problema en su auténtico origen, el ineficaz sistema de partidos políticos.

Milei también segrega e identifica claramente las diferentes castas enquistadas en el sistema que sólo provocan más pobreza y menos libertades. Son cuatro: en primer lugar, y sobre todo, los políticos ladrones; en segundo lugar, los empresarios que trabajan para el Estado falseando concursos, presupuestos y contratas; en tercer lugar, los sindicalistas traidores, los denostados “come gambas” que han vendido a sus compañeros de trabajo, para garantizar sus privilegios; y por último, lo que denomina “los micrófonos ensobrados”, los “economistas del poder”, y todos aquellos profesionales de la comunicación, que se han vendido, y no por muchas monedas, a los que ostentan el poder.

También resulta muy llamativo, que un político presente propuestas sociales y económicas a medio y largo plazo, con objetivos a 35 y 50 años. No hablamos de las absurdas falacias de la agenda 2030, sino de firmes apuestas para generar nuevos modelos económicos, con cambios estructurales, de gran profundidad. El primer y crucial objetivo es la reforma del Estado, que incluye disminución del gasto público, bajadas de impuestos, eliminación de regulaciones, reducción de ministerios a ocho (economía, infraestructura, capital humano, seguridad, justicia, defensa, interior y exteriores) y desaparición de las redes clientelares de subvenciones y ayudas a mogollón.

Todas estas medidas de importancia crucial, que nadie se atreve siquiera a apuntar en Europa, destacan aún más porque la mayoría de los políticos de siempre y sus voceros continúan con el vacío debate político con cuestiones como “la igualdad”, “la inclusión”, “el wokismo”, “los estudios de género”, “los derechos LGTBIQ+”, “la corrección política” y demás locuras para despistar al personal. Milei ha puesto el foco en lo realmente importante y por eso se ha desatado una campaña de terror en su contra.

Me encanta Milei cuando se ríe, y se ríe mucho, de la supuesta superioridad moral de la izquierda. Tiene multitud de simpáticos ejemplos para los zurdos: «más socialismo, implica menos libertad» y se mete con los pijoprogres cuando estos proclaman que «cuando surge una necesidad moral, surge un derecho». Milei les replica que las “necesidades morales” pueden crecer hasta el infinito… pero  los medios económicos para poder ejercerlas tienen un límite que no puede estirarse. Así que, en este punto, Milei tiene razón en plantear esas cuestiones que oscurecen las propuestas de una izquierda desorientada que solamente es capaz de plantear “derechos” de no importa qué minoría y comprar votos mediante un régimen de subsidios cada vez más amplio… lo que tiene como resultado la desestimulación del trabajo, el conformismo y la apatía social. Lo de siempre, hay que utilizar el cerebro…o al menos una sencilla calculadora.

Las formas de Milei me gustan. No comparto todo lo que defiende pero elogio lo que denuncia y cómo lo hace. Sus deliberados modales de provocador, sus desafíos, su evidente histrionismo, no son más que los complementos coreográficos de un personaje que proclama un análisis y un discurso verdaderamente nuevo. Y el objetivo de estas líneas es hacer ver que sufrimos los mismos problemas, nos enfrentamos al mismo futuro y nos hace falta la misma motosierra.

Luis Nantón Díaz