Me acabo de merendar un rotundo estudio de Rafael Domenech publicado en Expansión y titulado «Proyecciones del sistema público de pensiones». El artículo revisa los cálculos del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones (MISSMI) hasta el año 2070. La primera impresión que uno saca, es que los multiplicadores que utilizan son muy parecidos a los de Alicia en el País de las Maravillas. Estas proyecciones determinan que las medidas que aumentan los ingresos y las que reducen el gasto permitirían revalorizar las pensiones con la inflación y hacer frente al crecimiento del gasto presupuestado. Eso, contando con unos escenarios más que optimistas de exponencial aumento de la productividad y de la ocupación. Continúan considerando el fenómeno migratorio, al que en muchos países europeos ya denominan invasión, como algo positivo. Positivo, al menos en lo económico ya que al parecer suponen una generación de cotizaciones que no alcanzo a ver, o que al menos, no compensa el desmesurado gasto que conlleva por múltiples factores.

Todo esto sin incrementar significativamente las crecientes necesidades de financiación de un sistema de pensiones que no es autosuficiente y en la actualidad es absolutamente deficitario. En 2023 el gasto total en pensiones está previsto que se sitúe en el 13,7% del PIB y además la revalorización de las pensiones para 2024 se situará cerca del 4% según un reciente estudio de BBVA. En 2022 la diferencia entre el gasto total en pensiones y los ingresos contributivos por cotizaciones fue equivalente a 4,4 puntos de PIB: 2 puntos de las pensiones contributivas, 1,1 de las no contributivas y 1,3 de clases pasivas. Con los datos del pasado ejercicio, en el 2023 superaremos de forma importante el déficit existente.

Al registrarse un menor crecimiento del Producto Interior Bruto español del que estaba previsto a principios de 2023, el porcentaje destinado a pago de pensiones será mayor al previsto hace doce meses, cuando se estimó en el 12 % del PIB, lo que supone una diferencia de exactamente dos puntos. Las previsiones del gobierno jamás se cumplen, y eso que son especialistas en el maquillaje de cifras.

Los últimos datos que manejamos son los del pasado mes de octubre. La nómina mensual de las prestaciones contributivas de la Seguridad Social en el mes de octubre fue de 12.000 millones de euros, de las que el 73%, 8.816 millones, corresponden a pensiones de jubilación. El número de pensionistas se situaba a uno de octubre en 9.100.000. De ellos, 4,6 millones son hombres y 4,5 millones mujeres. Algunas pensiones se han incrementado en los últimos años un 15%, cantidad que además está asegurada hasta final de año 2024. 

Este déficit que ya es crónico y que poco tiene que ver con el uso de la caja única, incrementa notablemente el mastodóntico déficit de las arcas públicas. Estamos muy lejos de los objetivos de la Unión Europea que determinan un déficit máximo del 3% y de una deuda no superior al 60%, lo que demuestra que no vamos bien…nada bien. De los 27 países de la UE hay 16 que cerraron el año 2022 cumpliendo los objetivos definidos en 1992 en el Tratado de Maastricht; entre ellos hay cinco con superávit y son la prueba de que los países no siempre tienen que estar generando déficit ni deuda.

Nuestra nación tiene un grave problema de déficit que hay que cortar, porque cada euro de déficit se convierte en un euro de deuda; en este momento estamos ya 23,5 puntos por encima de la media europea. En términos nominales el PIB crece mucho más de lo habitual por culpa de la inflación y eso reduce los porcentajes de deuda sobre el PIB. En épocas de control de la inflación puede considerarse una solución válida pero cuando el PIB real no crece y el nominal lo hace a mayor velocidad que la inflación, esa regla no funciona.

No basta para resolver el déficit creciente que los salarios de la clase media estén pagando entre el 37 y el 40% de sus ingresos en impuestos. El núcleo duro de la globalización ha emprendido una guerra abierta contra las clases medias, contra los verdaderos contribuyentes que están manteniendo todo el sistema y cuyo futuro sistema de pensiones se está tambaleando. No olvidemos que dentro de unos meses, en el 2024, tenemos 10 notables incrementos de impuestos, que van a achicharrar a los que cotizamos.

Tampoco ayuda el mercado de trabajo. Si hasta el momento se comportaba a nivel comunitario como uno de los puntales que sostienen la economía de la zona euro frente a las presiones inflacionistas, el enfriamiento actual empieza a afectar al empleo. Luis de Guindos, vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE) ha señalado este lunes en Madrid durante un acto de IE University que hay señales de que la situación está cambiando. Advierte que, si bien la tasa de paro de la zona euro se situó en agosto en el mínimo histórico del 6,4%, se están creando menos puestos de trabajo nuevos, incluso en los servicios «lo que sugiere que el enfriamiento de la economía se está trasladando gradualmente al empleo».

Todas, absolutamente todas, las medidas del gobierno de su Sanchidad están aumentando el déficit, la incesante expansión del gasto público. Continúa con unos alocados gastos que no aumentan ni mejoran nuestro tejido productivo, nuestra capacidad económica o nuestra competitividad. A estos iluminados les importa un bledo cualquier cosa que no conlleve beneficios electorales o cuestiones estéticas, encaminadas al crecimiento de una sociedad dependiente y sin capacidad de decisión. 

Nuestro sistema de pensiones está en crisis desde hace décadas, pero nadie adopta ninguna decisión para su fortalecimiento o mejora a medio y largo plazo. Todo es cuestión de aumentar el déficit, financiándolo sin fin, en una cadena de sinsentidos que nos va a estallar. No lo duden.

España no tiene crecimiento económico real, sus cuentas públicas son de consumo interno y se descuida totalmente el desarrollo empresarial. No crecemos en términos reales. El gasto público, está disparado y está provocando una incesante sangría económica que obliga continuamente a subir impuestos, mermando cualquier posibilidad de crecimiento.

Parece ser que a nadie en el gobierno le preocupa la deuda pública pero es una losa brutal que nos va a paralizar más tarde o más temprano. Cuando ya no se liquidan ni los intereses de la deuda, es para pensárselo, sobre todo teniendo en cuenta en qué nos gastamos el dinero que nos prestan. Nos han obligado, desde hace generaciones, a contratar una compañía de seguros muy cara y en la que nadie tiene confianza.

Luis Nantón Díaz