Se acercan momentos de cambio, y los que ahora están somnolientos, entre subsidios, pagas y ayudas diversas, pronto estarán quemando las calles, como sólo ellos saben hacer. Cuando nuestro Gran Timonel nos abandone, un poco antes, o un poco después que sus iluminados ministros, tendremos el disparo de salida. Se indignarán por la inflación, por el paro, por la inestabilidad, por la ausencia de futuro con su abrasador combinado de ignorancia y odio larvado, direccionados por los de siempre.  No se han enterado de que la alternativa a la izquierda moderada no es la derecha moderada sino la izquierda radical. Las previsibles consecuencias nefastas para nuestra convivencia son ya hoy estructurales. Cada día somos más pobres, más desiguales, menos libres, más insolidarios y denunciar la situación te convierte en un insolidario negativo no resiliente.

Se nos está pasando el arroz para evaluar los daños a nuestra convivencia en libertad y prosperidad. Son necesarios remedios y soluciones valientes que no escondan el sacrificio que conlleva evitar el hundimiento. Es el momento de ser conscientes de que hay que recuperar la participación ciudadana, la separación de poderes, prensa independiente, apostar por el bien común y eludir medidas que fomentan el clientelismo y la dependencia.

Somos el país desarrollado, que más está sufriendo la actual crisis. La contracción del sector automovilístico y turístico, justifican solo una parte del problema. Nuestra situación está agravada, desde el primer momento, por las funestas políticas económicas de su Sanchidad. Grave y contrastado error incrementar los impuestos, elevar el Salario Mínimo Interprofesional, introducir limitaciones en el mercado laboral y lastrar con más costes medioambientales la producción, desbocando alocadamente el gasto público.

La economía española tan solo creció un 5% en 2021, frente a una media de la UEM cercana al 6 %. Nuestra nación es uno de los países más débiles y desequilibrados de la Unión Europea, desde hace tres años. Teníamos la mayor tasa de paro del Continente, un 13,3%, frente al 7% de media de La UEM; un déficit público, dos puntos superior a la media y una deuda pública, que, a finales de 2021, se situó en el 121,5% del PIB, frente al 97,7% del PIB de media de la Zona Euro.

Nuestro limitado potencial de crecimiento ha disminuido sin adoptar cambios estructurales que mejoren nuestra competitividad. Han descendido la seguridad jurídica y económica lo que provoca efectos muy negativos sobre el consumo privado y la inversión. Las importaciones de materias primas, sobre todo energéticas, se han encarecido, las compras al exterior han aumentado exponencialmente y eso imposibilita las exportaciones, sector que tradicionalmente nos ha sacado en muchas ocasiones las castañas del fuego.

En la actualidad, sin duda,  nuestro primer problema es la inflación que en febrero se elevó al 8%, medida en IPC interanual, y continua la exasperante tendencia. La causa fundamental es la carencia de suministros y el aumento de los costes medioambientales y logísticos. La tendencia continúa desde que en enero el Índice de Precios Industriales, se situó en el histórico récord del 37%. Esto anticipa un mayor incremento del IPC y una pérdida de competitividad frente a nuestra principal zona de comercio. Europa, que padece una inflación elevada, tiene casi la mitad que la de nuestro país.

Obviamente todo esto afecta a nuestras cuentas nacionales. La deuda del conjunto de las administraciones públicas marcó un máximo histórico en marzo al alcanzar los 1.453.948 millones de euros -12.381 millones más que en febrero, un 0,85 % más-, lo que equivale al 118 % del Producto Interior Bruto. 

Al cierre de abril, la mayor parte de la deuda se concentraba en “Papa Estado”, con 1.274.332 millones, 12.068 millones más que un mes antes, lo que equivale a un repunte del 0,96 %. De acuerdo con los datos del Banco de España, desde marzo de 2021 la deuda pública se ha incrementado en 60.875 millones, un 4,4 %, y el mes anterior en 218.010 millones, un 17,6 %.

Las comunidades autónomas cerraron marzo con una deuda de 309.811 millones, prácticamente igual que en febrero (8 millones más), mientras que la Seguridad Social sumó un millón para cerrar en 99.187 millones. El conflicto en el este ha pospuesto las medidas del Banco Central Europeo, de no comprar más deuda española, lo que empieza a calentar la prima de riesgo. Para luchar contra la elevadísima inflación, los Bancos Centrales, están modificando la dirección de sus políticas monetarias, lo que ya está provocando una subida de los tipos de interés en los mercados de deuda pública, lo que penaliza a los países más endeudados como España. Mientras a nuestro Gran Timonel y sus secuaces, les importa un pimiento que nuestro sistema económico se convierta en un erial.

¡Soluciones ya!, ¡valientes y decididas!, con proyección de futuro: un cambio radical de la Política Económica del Gobierno. Reducir, con carácter inmediato, la fiscalidad del gas natural, de los hidrocarburos y de la energía eléctrica. Impulsar un auténtico y decidido pacto de rentas que evite fuertes subidas de salarios, no las fotos de siempre con los de las mariscadas. Fundamental e imprescindible la reducción del gasto público, sobre todo con algo tan sencillo como una gestión profesional. Sólo por utilizar la calculadora, se estiman ahorros cercanos a los 60.000 millones de euros. Por supuesto rebajar los tipos del IRPF y de Sociedades y derogar los de Donaciones y Sucesiones y los de Patrimonio.

 

No debemos olvidar una profunda remodelación del sector energético, potenciando nuestra independencia, lo que se debe centrar en el alargamiento de la vida de las Centrales Nucleares, y en el desarrollo de nuevas y modernas instalaciones. Para optimizar todos los recursos disponibles, hay que impulsar la colaboración público-privada, sobre todo en educación y sanidad; y disminuir la presencia del sector público en las empresas, al igual que las penosas políticas de “sillas giratorias”. España cuenta, todavía,  con la gran ayuda de los fondos europeos, que deben destinarse a una decidida apuesta por la productividad de nuestras empresas, principalmente pymes y no continuar tirando un dinero que no tenemos, en locuras ideológicas. Con una sana economía bien estructurada, si es que todavía estamos a tiempo, es cuando puedes acometer políticas sociales. Pero en este orden.

No son capaces de entender que dirigir no es pastorear y que los líderes no están para dar la razón a la gente sino para quitársela, para decirnos lo que no queremos oír y llevarnos al lugar al que queremos llegar por el único camino que no planteamos elegir: el del esfuerzo, la madurez y el sacrificio.

Luis Nantón Díaz