Hoy sería imposible estrenar la película “LA VIDA DE BRIAN” controvertida obra de los Monty Python del año 1979 al no superar la férrea censura de las políticas de género. Los nuevos inquisidores golpean con draconianas alteraciones del código penal mientras generan corrientes de opinión y amedrentan al personal con su miedo a la “cancelación”. Y el público se muerde la lengua para no ser excluido. Si actuaran más libremente, a lo mejor se llevaban una sorpresa y descubrían mucha gente harta de la absurda corrección que imponen las poderosas minorías.

Personalmente me asombro, con la premonitoria escena de los del Frente Judaico de Liberación, en el teatro romano de Jerusalén, con la primera muestra de lenguaje inclusivo. La escena alcanza un delirante nivel cuando Loretta manifiesta su deseo de tener hijos, pese a ser un hombre que se percibe como mujer. El asombro y consternación de Stan es de manual, para terminar con un acuerdo asambleario defendiendo el derecho de “poder querer tener bebés” pese a no tener esa capacidad generadora que te otorga la naturaleza. Hace 40 años de esta escena, y nadie se imaginaba que pasaríamos de la comedia… a la ingeniería social.

Hace dos décadas los partidarios de las “ideologías de género” eran solamente unos plastas intemperantes que exteriorizaban sus fracasos personales con un grotesco combinado del progresismo más enloquecido, pero cuyos defensores no pasaban de ser unos pijo progres que amenizaban las redes sociales. Hoy ocupan ministerios y direcciones generales y multitud de empresas y colectivos. Adecuan sus estructuras a sus frenéticos y excluyentes códigos, cada día más alejados de la realidad.

Con las ideologías de género y sus famosos y lucrativos estudios de género llegó a Europa la ola feminista y estos desquiciados programas fueron asumidos por el progresismo más vanguardista. A fin de cuentas, era la última gran novedad: el sexo, nos decían, es una construcción artificial que puede ser superada y alterada. Era la conclusión normal a la que conducía inevitablemente el principio de la igualdad: si todos somos iguales, no hay -ni pueden existir- diferencias de sexo, ni de identidad, ni de raza, ni de cultura. La izquierda encontraba el filón de unos nuevos opresores y oprimidos, demonizando al hombre, e intentando alterar artificialmente la naturaleza. La igualdad implica, no solamente que todos “somos iguales”, como uniformes calcos, sino que “debemos ser iguales”. Al que no quiera ser igual se le fusila, cancela, silencia o excluye y ya está.

La perspectiva de género parte de un principio unánimemente aceptado por todo ese batiburrillo de letras: “el género es algo socialmente artificial” otro de esos “constructos” que los globalistas intentan sustituir con medias verdades y absurdos reiterados hasta la extenuación. Esta base, tiene tres atributos: es engañosa, inestable y endeble:

Es engañosa porque, quien algo sabe de biología, sabe que hay dos géneros: femenino y masculino, al menos para las especies superiores. La constitución de géneros no es caprichosa, depende de un sustrato biológico que constituye su “infraestructura” y la construcción social es la “superestructura” que de ella deriva, y no al revés. No se puede confundir la causa y el efecto. Los voceros de “las políticas de género” negando la causa, creen poder afirmar la inconsistencia del efecto.

  Es inestable, porque no está construida sobre datos objetivos. aportados por la ciencia, sino por construcciones subjetivas dictadas por los gustos e intereses de los ideólogos de género. Esto sí que es un “constructo artificial” sin base científica, que solo enarbola pulsiones personales de todo tipo y un soterrado deseo de los globalistas de acabar con la familia y la educación tradicional. Por mucho que Loretta quiera tener hijos, nunca va a poder engendrarlos. 

Es endeble, porque no se somete ni está respaldado por las leyes de la ciencia, ni por el sentido común o el instinto. Lo que ha existido siempre -la diferenciación en géneros- seguirá existiendo por mucho que los “progres” se nieguen a aceptarlo. Tras la pandemia, se utiliza la palabra ciencia, como algo excluyente, más cercano a lo religioso que al conocimiento profano y no es así, sino que está sujeto a debate.

Pese a todos los esfuerzos de la agenda 2030 en alterar las relaciones entre hombres y mujeres, hace unas semanas se conocía un estudio realizado por FAD Juventud, que ofrecía datos reveladores. Al parecer muchos jóvenes españoles se sienten víctimas de este feminismo extremo, que creen que la legislación de los gobiernos del PP y del PSOE han acabado con la presunción de inocencia del hombre o que antes de tener sexo han de conseguir un consentimiento escrito. Lo más llamativo es que esa percepción no es exclusiva de los varones: las chicas sienten que los hombres están desprotegidos jurídicamente, lo cual no es solo negativo para ellos sino también para las verdaderas víctimas. Una constante en las entrevistas es la clara consideración de un feminismo politizado, que quiere imponer un pensamiento único y excluyente. Resulta innegable que tanta imposición, tanto discurso incendiario ha provocado miedo en la juventud, genera desconcierto y la convierte en víctima del feminismo en lugar de cómplice de sus aspiraciones.

La progresía más woke, en su necesidad de víctimas y opresores, lo trastoca todo pero a veces el monstruo se escapa de su control. Es necesario despertar y superar el mal sueño impuesto por esta gente desquiciada, huyendo de recetas mágicas y de enemigos invisibles. Pero sobre todo rechazar de plano la sensación generalizada de que el resto de la sociedad te debe algo. Nos han hecho creer que vivir bien no es el objetivo de una vida sino lo mínimo garantizado y que tener un trabajo bien retribuido, hogar, coche, familia amplia, días de vacaciones, salir a cenar cada semana, y tener tiempo libre es lo normal.

El diccionario lo define muy claramente. La lógica es “el método o razonamiento en el que las ideas, o la sucesión de los hechos, se manifiestan o se desarrollan de forma coherente y sin que haya contradicciones entre ellas”, todo lo contrario de lo que propugna el feminismo desde hace varias décadas, pidiendo la desigualdad donde antes exigía que hombres y mujeres fueran iguales. Lo que no puede ser no es y además es imposible. 

Tampoco es desdeñable la concepción como negocio de todo esto de las ideologías de género. El entramado de asociaciones y ONGs, con miles de acomodados asalariados, asalariadas y asalariades llevándoselo crudo, generando infumables estudios de género sobre los más tortuosos conceptos, es interminable. Interminable e impagable.

El cuento es el de siempre, pero utilizando novedosos argumentos. La praxis marxista es tan imaginativa, como poco veraz, y ha alumbrado una nueva especie de seres donde la raza y el sexo queden desdibujados. Esto sólo se puede conseguir por medio de la ingeniería social cuyas herramientas fundamentales son la política y el Derecho. Sus mismos artífices se quedan atrapados en la nebulosa del transgenerismo que da una vuelta de tuerca sobre sí mismo y acaba faltando al principio de realidad. 

Loretta, han pasado cuarenta años, pero te subvencione quien te subvencione,  continúas sin poder alumbrar a tus propios hijos.

Luis Nantón Díaz