La Unión Europea consuma un acuerdo definitivo para imponer progresivamente la “Cartera Europea de Identificación Digital” para toda la ciudadanía, tras la reunión celebrada el pasado 8 de noviembre, pendiente de ratificar a nivel parlamentario. El valiente eurodiputado holandés Rob Roos, gran activista frente a los excesos de las grandes compañías farmacéuticas, explicaba los enormes peligros a los que nos enfrentamos los europeos con este “regalo envenenado”. Llama la atención la falta de debate en un tema que es crucial en nuestras vidas.

La ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, presidió en Bruselas el cierre de este ambicioso reglamento sin oposición ni debate alguno. El reglamento de identidad digital europea se convierte en realidad bajo la presidencia de su Sanchidad, abrumado por la exitosa compra de apoyos, cueste lo que cueste, para mantenerse en la poltrona.

A pesar de que el proyecto apenas ha recibido atención fuera de los ámbitos especializados, algunas voces alertan de que, sin suficientes garantías, la cartera digital  pone en peligro la información de carácter personal y va a provocar un incremento de  controles. El Reglamento (UE) n° 910/2014, conocido como reglamento eIDAS, es el marco legal vigente en la Unión para la identificación electrónica y servicios de confianza en transacciones electrónicas. La Comisión Europea propuso en el año 2020 actualizar este reglamento, conocido coloquialmente por «eIDAS2».

Los tecnócratas y políticos nos venden la idea de que es un logro: «Empoderará a los ciudadanos dándoles control sobre sus datos y reforzará nuestra soberanía tecnológica en la UE». Una aplicación que sirve tanto para realizar pagos como para registrarse en una red social; mostrar certificados de vacunación, confirmar la mayoría de edad al comprar alcohol, compartir acreditaciones académicas además del muy confidencial historial médico. En la cartera digital se podrán almacenar documentos tan diversos como las entradas para un concierto, el pasaporte, tu salario, datos antropométricos, antecedentes penales o recetas médicas. Esto supone que gran parte del comportamiento diario, desde acceder al correo electrónico hasta comprar tabaco, será o podrá ser rastreado.

Esto que parece una ágil y cómoda maravilla, puede convertirse en una herramienta de control para una casta de iluminados, obsesionados con que no tengamos nada y seamos felices. Esto amenaza no sólo la privacidad sino la seguridad, pues tanta información sensible centralizada en un mismo lugar nos hace vulnerables. “Estamos creando una superficie de ataque que incluye los datos financieros, médicos y la identidad de cientos de millones de personas de algunos de los países más prósperos del mundo”. 

La cartera digital reunirá una cantidad brutal de datos que se podrá compartir de forma inmediata. Sin necesidad de aventurarse a escenarios distópicos, es fácil imaginar cómo esta herramienta puede dar pie a nuevos controles y formas de discriminación. Si durante la pandemia descubrimos que es posible prohibir la entrada a un restaurante a ciudadanos sin vacunar, la información registrada en esa cartera creará la posibilidad de nuevas arbitrariedades. Podría haber lugares que exijan ciertas características sanitarias, políticas o, quizás, si has pagado el impuesto de sucesiones de tu herencia.

El iluminado multimillonario Bill Gates, un particular que actúa como si tuviera mando en plaza, disfruta con la idea de que estemos permanentemente supervisados. Su última iniciativa consiste en instar a los países de todo el mundo a adoptar su plan de «identificación digital» con el objetivo de que todos «prueben su identidad». Gates defiende la Plataforma Modular de Identificación de Código Abierto (MOSIP) como la solución global para proporcionar identificaciones digitales para todos. No olvidemos que todos los magnates de la agenda 2030 y sus marionetas, están obsesionados con la idea del control. Nos consideran niños traviesos, que no saben cuidar de sus míseras vidas.

El lobby ID2020, creado por empresas como Microsoft, Mastercard o Facebook tiene como objetivo crear identidades digitales para “mil millones de personas en el mundo”. Aunque la Comisión mantiene el proyecto como una forma de dar más poder a los ciudadanos, lo cierto es que muchas de estas empresas desarrollan sistemas similares y ejercen presión para digitalizar y centralizar toda clase de transacciones.

Ahora pensemos en que han pasado unos años, no muchos y ya nos han “regalado” la moneda y el pasaporte digitales. En ese escenario ya casi no manejamos el dinero en metálico porque aunque no se ha prohibido, no se fomenta: las comisiones brutales, la escasez de cajeros automáticos o la casi imposibilidad de que las entidades bancarias atiendan al público personalmente. La gente correrá a implantarse un chip en la oreja para evitar utilizar el móvil para identificarse. Ya volcamos contentos y felices toda nuestra información sanitaria, educativa, policial, laboral, económica y social en la angelical nube.  

El bloqueo informático puede sobrevenir como consecuencia de una gran disparidad de motivos: tienes un problema fiscal, no has liquidado tu cuenta de autónomo, no has actualizado el carnet de vacunación, has adquirido películas o libros susceptibles de cancelación, tu dieta es pobre en ácidos grasos poliinsaturados, no realizas la actividad física recomendada… La lista es larga y puede prolongarse todo lo que la creatividad de los guionistas de Black Mirror la estiren.

Vamos a imaginar lo que puede ocurrir si no eres un buen ciudadano.  Vas a comprar embutido o lechugas pero no puedes pagar porque no tienes efectivo y tu cuenta está bloqueada. Tampoco puedes moverte porque sólo hay vehículos de alquiler, no todo el mundo puede tener automóvil. Si ya tienes la suerte de vivir en una zona de “bajas emisiones” y te desplazas más allá de los 15 minutos no podrías pasar de una zona a otra, si al identificarte vuelve a surgir el bloqueo. 

Bueno…deja de imaginar. Muchas de estas situaciones ya están ocurriendo en la muy comunista y capitalista China gracias, en parte, a la tecnología de control diseñada por Microsoft desde 1999. Ese año, Bill Gates, experto en vacunas, en climatología y en todo lo que se le ocurra, montó la empresa en Asia con la aquiescencia del Partido Comunista Chino. 

A pesar del inexistente debate público, el desarrollo de la cartera digital europea va a toda velocidad. Acúsenme de pesimista o de conspiranoico, pero dentro de unos años a lo mejor se acuerdan de estas aciagas líneas. La velocidad con la que los cambios ocurren en nuestro tiempo, materializa rápidamente lo que hasta hace poco era una distopía. Eso sí, nunca es por nuestro bien. Nunca.

Luis Nantón Díaz