En los sistemas políticos modernos, gestionar bien, optimizar los recursos y plantear objetivos necesarios a medio y largo plazo, no sirve para nada. La política moderna es puro marketing, una fría dinámica de ventas. Lo importante es lanzar atractivos mensajes, dominar las corrientes de opinión a golpe de talonario y jugar con imágenes, sentimientos, odios y miedos. Si encima inviertes en ello lo que no tienes, con presupuestos económicos colosales, es muy posible que obtengan los ansiados resultados.

Para qué molestarse en hacer bien las cosas; asentar las bases de un sólido futuro, generar empleo y riqueza, potenciar los tejidos productivos, mejorar las condiciones generales de bienestar real de la gente. ¿Para qué? ¡No merece la pena! En primer lugar porque estos políticos de siempre, no saben, no tienen ganas ni experiencia ni formación. Y en segundo lugar porque no compensa. Para que plantear sacrificios, esfuerzo, superación y un mar de realidades si después cualquier mercachifle con sinuosa sonrisa te promete que se puede vivir sin trabajar, que tienes derecho a una vivienda sin esfuerzo y ahorro o que te van a soltar una pasta gansa para celebrar tu 18 cumpleaños…

A poca gente conozco que, desde el pasado domingo, no se les quedara cara de póker, cara de susto, cara como de no saber «si te cortas las venas o te las dejas largas». Su Sanchidad no movía un músculo de la cara en un sentido u otro hasta bien entrada la noche, aunque le apeteciera brindar; brindar y reír mucho. Porque, cuando estás muerto, volver al coma es un éxito de narices. Y el suspiro de tranquilidad al 50% del escrutinio se oyó hasta en Marruecos. Derrota, pero no fracaso… y estoy siendo muy generoso.  Pero claro, cuesta comprender cualquier tipo de celebración cuando estás condenado a ceder al chantaje de los de siempre:  ERC, Bildu, BNG, PNV… y al amigo Puigdemont de JUNTS.

Creo que la tormenta perfecta que tenemos delante, asusta hasta un tipo como el Dr. Sánchez. El yugo de los partidos que detestan a España y que sólo demandan su presupuesto resulta demasiado pesado; y ahora los precios se han multiplicado. Creo que desde Ferraz apuestan por una nueva convocatoria de elecciones, aunque todos los partidillos nacionalistas se volcaran en decididos apoyos para repetir legislatura. Se vería prácticamente obligado a constituir un gobierno que, incluso en un utópico periodo de prosperidad, se asemejaría a una tétrica pesadilla. No debemos olvidar que la Comisión Europea desechó para 2024 la cláusula de escape, que permitía a las naciones exceder el límite del 60% de deuda pública con respecto al PIB y del 3% de déficit respecto al Producto Interior Bruto. Las calles se van a poner calentitas, sobre todo ahora que hay menos presupuesto para gambas.

Al otro socio potencial, a todo el entramado de siglas liderado por Yolanda Díaz le importa poco la deuda, siempre orgulloso de aumentar el techo de gasto. Cada día se inventan un nuevo colectivo que se siente marginado y precisa de ingentes recursos para igualarse con el resto, promocionando incansablemente toda agrupación de «resilientes ofendiditos». El negocio prospera, porque así perfilan la política, cuando vienen buenos tiempos para subvencionar informes sobre cuántos perros no binarios existen en España o si el color de las carreteras es machista. Costosas e inútiles campañas de distintos ministerios que solo buscan ofender a la mitad de España, engordar redes clientelares y dividir más a una ciudadanía polarizada.

A estos no les importa la economía, ¿para qué? Ya vendrá otro a resolver los problemas que dejamos. En la actualidad, España padece una deuda pública de 1.540.000 millones de euros, lo que representa un 114% del PIB, y un déficit cercano al 5% del PIB. Se avecina una legislatura extremadamente incómoda, ya que cualquier medida que Ferraz intente implementar por necesaria que sea, encontrará la furia porcina de tanto vocero de la mediocridad parlamentaria. 

Sólo para el próximo año, y sin aumentar más los tipos de interés, nos enfrentamos a más de 44 mil millones de euros de liquidación de intereses. Los tenedores de nuestra deuda son los que van a decidir nuestro futuro, nuestro gobierno y lo que sea necesario. Teniendo en cuenta el panorama y para ganar en transparencia, los dos grandes partidos que llevan casi medio siglo monopolizando la política española, deberían afrontar «la gran coalición». No, no es el título de una película, sino un ansiado experimento promocionado por el más glamuroso globalismo. No dejan de ser las dos caras de una misma moneda y si se entretienen viendo sus programas y propuestas, comprobaran que defienden lo mismo. 

La idea es sobradamente aplaudida desde la Comisión Europea. PP y el PSOE comparten agenda política, ambos tienen idéntica visión de Europa, son fervientes atlantistas, promueven las leyes de género, creen en el estado autonómico y en el cuento de la España plurinacional; ambos son neoliberales y apoyan lo mismo en el Parlamento Europeo. Sus líderes se derriten ante la Agenda 2030 y pasean el rosco globalista con el mismo orgullo e idéntico desconocimiento. Entre ambos suman 250 escaños, superan con creces la mayoría absoluta; pueden hasta modificar una constitución, la del 78, que se diseñó para otra España, para una nación que ya no existe.  La pregunta es: ¿Por qué no pactan entre sí? 

La respuesta es sencilla: Si PP y PSOE pactaran, romperían con la falsa dicotomía de populares y socialistas sentenciando el bipartidismo. Esta es la gran estafa de España, dos partidos aparentemente enfrentados entre sí pero que a la hora de la verdad defienden prácticamente lo mismo, porque son lo mismo, salvo por consideraciones estéticas. Realmente se generaría una situación muy parecida a la de Francia, con posicionamientos más honestos y claros, al menos en los planos ideológicos. Tendríamos una oposición más clara, con un grupo conservador de verdad, que no comulga con las ruedas de molino de la Agenda 2030. Estas serían las equiparaciones y sus líderes: el PPSOE (Macrón) por un lado y la izquierda (Melenchon) y la derecha (Le Pen / Zemmour) por otro. 

Por eso hablo de claridad y de transparencia: la dicotomía entre izquierdas y derechas está obsoleta Ahora, a los inicios de la 4ª revolución industrial, el partido se está jugando entre el globalismo y las naciones realmente soberanas; entre la agenda 2030 y los que se preocupan por el futuro de comunidades naturalmente estructuradas. Una de las causas de la movilización de la izquierda social ha sido volver a generar un miedo irracional a un gobierno conservador. Con lo que no contaban, es con que Feijoo fuera su mejor aliado; que si el PSOE bueno, que si es mejor pactar con el PSOE, que si yo voté socialista… ¡Menuda estrategia!

Si PP y PSOE pactaran, no íbamos a notar ningún cambio y nos ahorraríamos el lamentable espectáculo de unas nuevas elecciones para navidades. Además, así todos estarían en el mismo redil; en un lado los bien pagados defensores de la globalización y en el otro, los que no se creen eso de que no tendremos nada y seremos felices.

Luis Nantón Díaz