En menos de cuatro meses, el sátrapa de la Moncloa, ya únicamente obsesionado con las elecciones, se ha pulido cerca de 50 millones de euros en publicidad institucional. Es decir, en propaganda de la buena, para difundir a los cuatro vientos que contamos con el mejor gobierno, desde la llegada de los cartagineses. De los últimos registros de la Plataforma de Contratación del Estado se desprende que en lo que llevamos de año el Ejecutivo ya supera la mitad de todo lo destinado en 2022, a publicidad institucional. 

Las elecciones autonómicas y municipales son una precampaña de las programadas elecciones generales. Así pues, tenemos al gobierno de su Sanchidad gastando todo lo que no tiene, y nosotros adeudamos, apostándolo todo por perdurar en la poltrona. Resulta verdaderamente brutal ver cómo le dan la vuelta a todo, con qué sutileza transforman sus incapacidades y locuras ideológicas, en una sucesión de éxitos apoteósicos que nadie percibe. Donde si están muy satisfechos, es en Bruselas, donde le permiten todos los excesos, al maniatar el país con todas las sandeces, y recortes,  de la agenda 2030.  

A este respecto, una de las grandes herramientas del gran timonel de la Moncloa,  acaso la más importante, es la de insistir en lo bien que la progresía ha gestionado la crisis, en que crecemos más que nadie, en que hemos vencido la inflación, en que generamos más empleo que nadie, en que los conservadores superan las crisis pero con recortes terribles mientras que con la izquierda todo es al revés. Nuestro gobierno ha subido las pensiones, el gobierno ha incrementado el salario mínimo, se regalan cheques a la juventud, ha incrementado la inversión de todos los ministerios y en general han proliferado y aumentado las ayudas de toda índole y condición. Solo hay que salir a la calle.

La verdad es que lo estoy escribiendo, y no paro de mirar el retrato que tengo en mi mesilla de noche, del gran líder supremo. Me dan escalofríos de la emoción, y sobre todo porque después de cinco años de no hacer absolutamente nada, ha prometido más de 100.000 viviendas. Para que se va a currar, él y su gobierno resiliente, igualitario y ecosostenible el asunto aburrido ese de la vivienda, si unos meses antes de las elecciones se gasta unos duros en contar cuentos, y prometer burradas, y hay personal que traga. Es que es un tipo genial, un ser único. Y siempre sin reírse, al menos, hacia afuera…

Todo va bien. Todo va muy bien. En todas sus intervenciones Sánchez se explaya en una apología absolutamente acrítica de los resultados de su política económica. Él es el gran gestor histórico de la economía española, nuevo título con el que tiene ahora a bien presentarse, y que añadirá a su tarjeta de visita, con el rosco globalista de la agenda 2030, sobre el desempeño de profanador profesional de tumbas. Habría que preguntarle a Sánchez por qué entonces la creciente deuda pública, el déficit, la prima de riesgo o la renta disponible arroja hoy mucho peores datos que los que ofrecían cuando  accedió al poder. En cualquier caso, imagino que estará pensando en desenterrar de Granada a la católica Isabel, mientras busca votos entre los descendientes de españoles que residen en el extranjero, o regalando la nacionalidad a cualquier inmigrante ilegal que pueda presentar tres bono guaguas sellados.

Pero lo cierto es que desde hace cinco años, la presión fiscal que sufrimos todos ha aumentado en prácticamente ocho puntos porcentuales, los precios de los productos alimentarios han subido cerca de un 19%, y la tasa de desempleo real continua sin descender y duplicando a la media existente en la Unión Europea. Si la referencia es al paro juvenil, mejor ni lo comentamos.  Las estadísticas laborales ya sabemos también que se han convertido en un chiste y que hay medio millón de parados que ahora se camuflan como fijos discontinuos. Pues pese a todo, utilizan a las instituciones, con generosa grasa ministerial, para difundir que somos el motor de Europa.

Toda esta fiesta que increíblemente dura más de cinco años, nos cuesta a todos lo que no tenemos. Ya hemos hipotecado el futuro, y para los que nos preocupan las pensiones, actuales y futuras, les recuerdo que la caja está vacía. Vamos, no queda ni la caja. La Seguridad Social tiene un agujero de 40.000 millones de euros, cuando hace más de una década manejaban excedentes de tesorería. Pues pese a ello aumentan las pensiones, lo cual es maravilloso, pero siempre que poseas los recursos, o te preocupe generarlos. Aquí todo vale, siempre se impone el corto plazo, y un voto es un voto…aunque lo compre, o intervenga INDRA.

Por eso este “gobierno de la gente” va a terminar la legislatura con 340.000 millones más de deuda que cuando vinieron para arreglar el país. Estamos tan cansados de hablar de pasta, que es difícil poner referencias asumibles. Esta brutal millonada condena a todos los españoles a pagar una factura de 8.000 euros. O sea, que hablamos de más de 20.000 euros por hogar o de 17.000 euros por currante. 

A Sánchez todo le da igual, no se rinde nunca ante nadie ni ante nada, pero sobre todo frente a la verdad y la fuerza de los hechos. Nunca lo olvidemos, lo que su Sanchidad  te da, en definitiva, te lo quita multiplicado. Y hablando de quitar, este gobierno está disfrutando de unos ingresos fiscales increíbles. No porque la economía esté boyante, sino porque nos están friendo a impuestos. Aparte de no deflactar el IRPF, la inflación ha tenido unos venenosos efectos sobre el IGIC y el IVA, pero eso no le importa al “gobierno de la gente”. Pese a recaudar de forma desaforada, las cuentas del estado incrementan los desequilibrios cerrando el ejercicio 2022 con un déficit cercano al 5% y sólo en 2022 la deuda pública aumentó en 75.000 millones pese a esos ingresos récord. 

No optimizar los recursos, carecer de estrategia, no saber gestionar, es como una permanente pauta de comportamiento de los últimos gobiernos, siempre obsesionados en la reelección. Pero la locura ideológica, la insensatez generalizada, es una nueva impronta, cosecha particular de Sánchez.

Pero la responsabilidad es nuestra. No solo es economía, también es cultura, formación, sentir. Vayas donde vayas, toda nuestra generación está contemplando con estupor el relevo generacional que estamos creando. Y eso no es culpa del gran timonel, eso son las familias, las personas, la gente. No sigamos mirando para otro lado, pensando en que todo esto que está aconteciendo nada tiene que ver con nosotros. Que nada podemos hacer.

Podemos intentar recuperar nuestra libertad, nuestro espíritu crítico, nuestra capacidad de mejorar, nuestra voluntad de superación. Mirar a los ojos de la gente y sentirse miembros de una comunidad, de una historia, y de un ilusionante camino común. Esto nos permitirá respetarnos nuevamente a nosotros mismos, y tras eso, solo después de eso, veremos que, aunque ellos sean más, o tengan mucho más, jamás podrán aspirar a ser mejores.

Luis Nantón Díaz