Resulta verdaderamente patético que hace unos pocos meses Pablo Iglesias, indiscutido líder por entonces de Unidas Podemos y vicepresidente del Gobierno, puso en duda que España fuese una democracia plena. Ahora los mismos dirigentes de esta agrupación política que cogobierna nuestra “matria”, niegan que Cuba sea una dictadura, y se obstinan en hablar del bloqueo y de la pandemia, como detonantes de todo lo que está aconteciendo en Cuba. De todo lo que se está sufriendo en estos momentos en un territorio tan hermanado con Canarias, con España, como es Cuba.

Tuve la suerte de visitar Cuba de una manera bastante especial. No fue un itinerario típicamente turístico, fue un verdadero y sincero hermanamiento con lo más profundo y auténtico de Cuba. Pude conocer a muchos paisanos, con total transparencia, y de la mano de un gran amigo que, aprovechando una visita a su familia, me invitó a acompañarle.  No es difícil estando allí el solidarizarte con los cubanos, que afrontan con inequívoca ilusión un sombrío futuro, pese a tener tanta luz. Estando allí te das cuenta de que la situación económica y social no es producto del embargo. La administración cubana es un desastre organizativo, sumamente improductivo, sin ayuda de nadie. Sobre todo, porque la mayor parte de la economía está monopolizada por el partido y su ejército. El grupo Gaesa de las Fuerzas Armadas Revolucionarias recuerda a las estructuras soviéticas, con una pésima gestión de hoteles, tiendas en divisas, cafeterías, inmobiliarias, gasolineras, compañías navieras, servicios portuarios, bancos… Si no manejo información errónea este aglomerado empresarial, que bien poco tiene de la necesaria optimización empresarial, está vinculado a un yerno de la todopoderosa familia Castro.

Tengo muchos amigos cubanos, de todo tipo y condición, pero todos con el denominador común de valorar como nadie la vida y la libertad. Mis amigos son médicos, peluqueros, mecánicos, músicos, pero a ninguno de ellos les van a engañar desde la ambigüedad y los más complejos eufemismos, de lo que sufre su nación,  una dictadura socialista que desde hace décadas reprime violentamente a sus ciudadanos. Ahora me preocupo y solidarizo con y por ellos, por la inquietud que debe dominarles en estos momentos, por sus familiares y allegados.  Escuchar al dictador Díaz-Canel dando órdenes para actuar con la máxima dureza “revolucionaria” a los disidentes, no es nada tranquilizador, sobre todo teniendo en cuenta la carencia de libertad que padece la isla desde hace muchas décadas.

Las protestas que estallaron hace unos días a causa de la inmensa carestía de productos básicos, los cortes de suministro eléctrico y la pésima gestión de la pandemia fueron recibidas por el Gobierno con la casposa retórica habitual. Me indican muchos amigos que también existe un nuevo elemento reactivo, y es el corte de internet y sus redes sociales, lo que ha provocado una mayor participación de los jóvenes en las revueltas. Como ocurre con la dictadura china, cuando algo escuece se aplica el bisturí en las redes. Son más directos, todavía no te “vaporizan”, no te bloquean en los medios, como se hace en Occidente. La respuesta del partido comunista cubano es la de siempre, los que se quejan no son ciudadanos, sino traidores a sueldo del imperio. Según estos, la paciente población no está expresando quejas legítimas, sino que son mercenarios y contrarrevolucionarios. La eterna excusa de que, si en la isla hay problemas, están provocados por Estados Unidos y su embargo. Invito a los lectores a escuchar al presidente Díaz-Canel ordenando a los verdaderos fieles a la revolución originaria que salieran a enfrentarse con los manifestantes: “La calle es de los revolucionarios”, dijo, reiterando un viejo lema castrista. El ejército y la policía han llevado a cabo cientos de detenciones, especialmente de periodistas, como la delegada en Cuba del diario ABC, entre otros. 

La capacidad represora del régimen cubano es brutal, y su tela de araña domina la sociedad civil, aunque se le hayan escapado lemas como las de los raperos que concibieron el lema de estas manifestaciones, ‘Patria y vida’, en oposición al desfasado lema comunista ‘Patria o muerte’. Es muy probable que las manifestaciones se vayan diluyendo, dado que la carestía de alimentos, el miedo, la represión violenta coartan cualquier ansia de libertad, pero también es verdad que, en 1989, casi sin pretenderlo, cayó el muro de Berlín, y la mayor potencia comunista de la historia se derrumbó como un castillo de naipes. También es verdad, que, sobre esa misma época, también estallaron en China las revueltas de Tiananmén que fueron aplastadas con dureza por el partido comunista chino. La dictadura cubana reprimirá lo que sea necesario y hará solo las reformas imprescindibles para sobrevivir, y puede que ni siquiera eso. Lo aprendido en su día en Berlín, Moscú y Pekín, junto con la ingente ayuda que le llega al régimen desde Venezuela pueden dar al traste con esta ansia de libertad que está aireando Cuba.

La discusión sobre si Cuba es una dictadura es sencillamente pueril. Sesenta años de gobierno de un mismo partido, sin alternancia, con un dominio total de la exigua economía, de la educación, del ejército, de absolutamente todo, no conlleva mucha libertad. Así, la posición del Gobierno español empieza a ser abrumadoramente prudente, sobre todo tras los esperpénticos fracasos que ha cosechado nuestra diplomacia con EE.UU y Marruecos. Comprendo que el gobierno central quiera mantener una posición moderada para no dañar sus opciones de influir en la isla y en su economía durante un periodo transitorio, hacia la democracia, que se atisba cercano. Ojalá sea así, pero con tanta falta de empuje y valor en ayuda de los cubanos, parece que todavía falta mucho tiempo para ese momento y no estaría de más que los comunicados, las declaraciones y las acciones fueran mucho más contundentes. Es necesaria una respuesta diplomática, una decidida intervención de la Unión Europea para potenciar los aires de libertad en Cuba, y esto pasa primero por definir las cosas y las situaciones con sus auténticos nombres. Pero mientras gran parte de la información sea transmitida por Borrell, muchos gobiernos europeos continuarán pensando que la libertad en Cuba, lo que están sufriendo los cubanos, es un problema muy lejano, demasiado lejano.

Luis Nantón Díaz