Recientemente el ministerio de sanidad ha reconocido por escrito y de manera formal, que el uso de las mascarillas se implantó sin ningún tipo de informe previo. Gracias a la acción judicial, y tal y como se había denunciado desde diferentes colectivos, el ministerio no ha aportado ni informes ni actas del comité de expertos, sencillamente porque tanto expertos, como el comité, nunca existieron.

De lo que no albergo duda alguna, es de que sí existía un nutrido grupo de ágiles expertos financieros, que aprovechando la coyuntura, diseñaron una burda, tosca, pero impresionante estrategia para “ponerse las botas” a costa del contribuyente, percibiendo comisiones a diestro y siniestro. Eso sí, todo gracias a los inconstitucionales estados de alarma, que provocaron unos velados procedimientos de urgencia, que permitieron tanta piratería. Una auténtica morterada.

Todo esto se sabía. No es ninguna sorpresa. Las denuncias, los datos, los nombres de las empresas y políticos responsables estaban en la palestra desde hace tres años. Parece ser que ahora toca abrir la caja de los truenos. Queda patente que la pandemia ha servido en todas partes, pero especialmente en Europa, para ensayar formas inéditas de políticas liberticidas. Control de las personas y sus actividades, control de las corrientes de opinión, control de las emociones colectivas promoviendo el miedo, control del comercio y de toda actividad económica, control de las relaciones familiares, control absoluto de las libertades públicas…

Esta brutal operación de control psicológico demostró lo que se puede hacer con el miedo más irracional, controlando totalmente los medios. El nuevo totalitarismo, no está sustentado en masas movilizadas por partidos jerarquizados, sino en una masa amorfa de ciudadanos, sin capacidad crítica, completamente inmovilizadas por el terror, siempre agradecidas por unas migajas de falsa seguridad. No hace falta la capacidad coercitiva de cuerpos policiales, ya se encarga el propio ciudadano de reprimirse a sí mismo, de denunciar al vecino, de acatar órdenes absolutamente desquiciantes sin hacer preguntas, de agachar la cabeza con una sumisa y agradecida sonrisa.

Pero mientras todo esto ocurría, mientras los que verdaderamente diseñan esta pesadilla globalizadora que desean implantar por “nuestro bien”, sus títeres, sus herramientas, se volvían locas rapiñando enormes cantidades, sin el menor decoro, sin limitación alguna. Ahora, años más tarde, están creando comisiones para investigar todos los contratos suscritos, por todas las administraciones. La justicia le acaba de reclamar al gobierno, toda la información que todavía no ha entregado el ministerio de sanidad, y su megacontrato de 2.500 millones de euros.

Los 50 millones del escándalo Koldo son calderilla. Sólo en 2020 hubo unos 4.000 Contratos de Emergencia, realizados con máxima arbitrariedad y opacidad, para un importe de más de 7.100 millones de euros.  La Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil ha descubierto que las mordidas de la trama de Koldo García, que ya salpica a varios ministros, cuentan con una sociedad ubicada en el paraíso fiscal de Luxemburgo que tiene un activo de más de 130 millones de euros. Queda claro a que denominaban estos la “nueva normalidad”.

Tenemos muy poca memoria y nos falta perspectiva. No queremos recordar lo sufrido en la pandemia, con la distribución masiva de medicamentos sin testear. La sociedad todavía no está lo suficientemente fría y consciente para evaluar las repercusiones sanitarias a medio y largo plazo. Todo a su tiempo, pero todavía queda mucho que decir y que investigar sobre aquella campaña de terror masivo, aprovechando la aparición de un virus cuyo origen nunca ha quedado del todo claro. Sin embargo para lo que sí tenemos capacidad es para considerar como inadmisible que todo ello  sirvió de excusa para que “espabilados” trataran de dar “pelotazos” y alcanzaran enriquecimientos súbitos. Fue una ocasión ideal para ello, mientras la ciudadanía aceptaba las más esperpénticas e inútiles medidas para “evitar los contagios”, era confinada, se le aseguraba que las mascarillas solucionarían todo o que las vacunas eran “seguras”, e incluso se le obligaba a llevar tapabocas  en diferentes circunstancias y emplazamientos hasta el primer trimestre de 2023.

Su Sanchidad, nuestro faro de occidente, tiene demasiados frentes abiertos, y ya se lanzan apuestas sobre que nos depara el mañana. Nos enfrentamos a un incierto futuro, frente a la posibilidad de perder a nuestro “Gran Timonel”. Pero son demasiadas coerciones, realmente un inaguantable sistema de equilibrios, totalmente antinatural. El permanente chantaje de sus socios independentistas cada día más voraces. El respeto que impone el permanente juego de presiones con las baronías y grupos de poder en el partido. No nos olvidemos del interesado y medido odio con el que se obsequian con sus socios del pacto progresista, todo ello sazonado con las amenazas cada día menos veladas de nuestro vecino marroquí, y ahora, el chantaje al que está sometido por sus cómplices en el pillaje y rapiña, que aun con inusitada demora, se investiga ahora.

Demasiada presión, sobre todo cuando las perspectivas de futuro son cada vez más pesimistas, las magnitudes macroeconómicas más desesperantes, la pérdida de poder adquisitivo más notable y, para no aburrir, el prestigio de España en el marco internacional resulta cada día más patético.

Pero este conflicto de bandoleros va a arrastrar mucha tinta. Ábalos  no deja el acta de diputado. Hablo de defensa del honor, de compañerismo, de libertad de criterio, pero resulta evidente, incluso para sus antiguos camaradas, esos que ahora lo han dejado tirado, que la decisión del exministro José Luis Ábalos de mantener el escaño en el Congreso de los Diputados, en contra del criterio de su partido, se debe a que quiere seguir siendo aforado para protegerse ante una previsible investigación.

¿Y su jefe y amigo? Parece muy difícil que después de su Sanchidad, al PSOE le reste algo de camino. Es difícil entender por qué se obstina Pedro Sánchez en aferrarse al poder. Me extraña que no se percate de que, para él la situación es, cada día que pasa, más insostenible y que no solamente está destrozando su propio futuro en algún organismo internacional, sino que está acabando con las posibilidades futuras del propio partido. Que mire lo que está ocurriendo en Europa con los partidos socialistas.

Ábalos y su jefe llegaron al Gobierno de España con el discutible, pero bonito lema de la lucha contra la corrupción, pese a que obstinadamente están obsesionados en cometer el mayor acto de corrupción de la democracia con la amnistía a delincuentes a cambio de sus votos para permanecer en el poder. 

Si el tal Koldo, el prometedor e infatigable portero de lupanar,  aprovechó una pandemia para forrarse a costa de los españoles es porque antes hubo un Gobierno, es decir, un Ábalos y un Sánchez, que ejerció un poder tan desproporcionado como brutalmente inconstitucional.

Luis Nantón Díaz