A primeros de este mes de julio se celebró en Colonia (Alemania) un congreso jurídico organizado por la Liga Internacional de Abogados por la Libertad, para, entre diferentes temas, alertar de las repercusiones jurídicas y sociales del tratado de pandemias de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Abogados de diez países debatieron las modificaciones previstas en el nuevo tratado sobre pandemias, que los dirigentes de OMS pretenden imponer en mayo de 2024. Letrados españoles como Víctor Morales, o nuestra brillante paisana la abogada Cristina Armas, han formado parte de la delegación española.

Estos “padrinos” de la globalización, exigen que sus medidas liberticidas sean de obligado cumplimiento a nivel mundial: cierres e imposiciones, medidas de cuarentena, vacunación obligatoria, tarjetas de vacunación digitales, restricciones de viaje, prohibiciones de reunión; además de la normalización supranacional de las medidas de censura de las opiniones disidentes. Llama la atención que los que sustentan económicamente los presupuestos de la OMS, son entidades privadas como la Fundación Bill Gates, uno de los mayores inversores mundiales en la industria farmacéutica. Este peligroso filántropo cuando no trama alterar los equilibrios mundiales, se entretiene queriendo eclipsar el sol…Pero por lo visto nunca es suficiente.

La Comisión Europea pactó el pasado mes de diciembre con la OMS transferir la infraestructura técnica del funesto «pasaporte COVID». El Parlamento Europeo votó en su momento que este documento digital fuera de carácter temporal y ahora resulta que va a ser permanente. El Parlamento Europeo se dispone a transferir estrategias y sobre todo datos a una organización que actúa y funciona como una empresa privada. Hablamos de entregar los datos sanitarios de los ciudadanos europeos, del máximo nivel de confidencialidad, a un ente supranacional como es la OMS, siempre preocupada por la cuenta de explotación de sus benefactores.

La OMS ha señalado de forma entusiasta que es «una asociación histórica» en el campo de la sanidad digital; aunque se actúe en contra de la decisión del Parlamento Europeo, y se avance en el propósito de restringir libertades. Yuval Noah Harari, principal asesor de Klaus Schwab y destacado vocero de la agenda 2030 destaca continuamente: «COVID es fundamental porque esto es lo que convence a las personas de aceptar la vigilancia biométrica total». Dudosa sensación de seguridad, a cambio de enormes recortes de libertad y autonomía. La historia, los resultados y las más frías estadísticas demuestran que la OMS está más preocupada por potenciar los beneficios de las grandes farmacéuticas que por la salud de la población. 

Son datos tan contrastados, como públicos: Pfizer logró 35.000 millones, BioNTech 20.000, Moderna 20.000 millones y Sinovac 15.000. Sólo el gobierno USA, en los primeros meses del 2020, destinó 5.800 millones de dólares de fondos públicos para el desarrollo de vacunas y medicamentos contra el COVID. El Gobierno de Estados Unidos fue el mayor financiador de estas multinacionales y entregó 5.000 millones a las principales farmacéuticas (salvo Pfizer) con el nombre de Operation Warp Speed (OWS). 

Cada día son más las voces que vaticinan un cambio de aires en el parlamento europeo, y por supuesto, de la jacobina Comisión Europea. Dentro de sus últimas alocadas decisiones en sintonía con la agenda 2030, es la aprobación de la Ley de Restauración de la Naturaleza; según la cual, desmontaremos superficies agrícolas y ganaderas hasta un 40% de su actual extensión, para complacer a los ideólogos del catecismo climático. Sustituir buenas carnes y vegetales, por grillos y escarabajos, al mismo tiempo que aumentamos nuestra dependencia energética y la inflación, es más que preocupante.

Todos estos sicarios de la globalización le han declarado la guerra al campo en nombre de una ideología obsesionada por la ingeniería social. Aplican la censura, estigmatizan al «negacionista» e imponen la ideología climática como dogma de creencia obligada, bajo pena de ostracismo e inmediata cancelación. También son cómplices, no podemos negarlo las instituciones de la sociedad civil que, llevadas por las buenas intenciones, por intereses económicos o por corrección política se dedican a promover la Agenda 2030. El cambio climático es la mayor estafa de todos los tiempos aspirando al poder total mediante el control de la producción de energía y alimentos. 

Hablando de mamarrachos y de cínicos, en estas mismas fechas nuestra ministra de Transición Ecológica tuvo sus minutos de gloria en la cumbre ecológica europea, celebrada en Valladolid. Llegó a la capital castellana en avión, fue recogida por el correspondiente coche oficial y a 100 metros de su destino se montó en una flamante bici, para pedalear de forma resiliente y sostenible durante unos hipócritas minutos. La verdad es que ha salido en todos los medios y se están riendo de esta payasada desde Mongolia al Estrecho de Magallanes…

La que no genera risa, sino miedo, es la hierática Von der Leyen; esa especie de carro de combate germano con tanta laca en la cabeza como para provocar ella solita un agujero en la capa de Ozono. A estos de la Comisión Europea les encantan las ciudades de 15 minutos, los programas de reconocimiento facial y todo tipo de pasaportes y certificados para restringir derechos y controlar obligaciones; sobre todo las tributarias. El pasaporte covid jamás tuvo nada que ver con la medicina sino con la creación de un precedente de identidad digital, idea distópica que desde hace años acaricia el Foro Económico Mundial. Se trata de un instrumento de crédito social para el control de la población. Así, a los ciudadanos que no obedezcan se les dificultará llevar una vida normal (cajeros, supermercados, restaurantes, viajes, etc.). La dictadura comunista china tiene todos esos resortes más que ensayados y todos esos globalistas pretenden que sigamos el maravilloso ejemplo de una sociedad sin derechos.

Cuando nos desprendemos de nuestros valores, nos convertimos en seres atomizados y esta circunstancia nos impedirá quejarnos si realmente nos tratan y consideran como ganado. La salud no es negocio. Lo que da dinero es la enfermedad, porque desencadena un pánico que ciega el sentido crítico y hace al individuo transigir con lo que sea. Eso se llama, con una bárbara y fea expresión, fidelizar al cliente. Curarlo, inmunizarlo, darle seguridad, pero por breve tiempo. Nada de remedios definitivos ni de panaceas. Antes es preferible un bálsamo de Fierabrás, como los experimentos génicos en los que hemos participado durante la pandemia, que un compuesto eficiente que arruine las perspectivas de negocio de las grandes farmacéuticas. Siempre a la búsqueda de enfermos dependientes y cada día más miedosos.

Luis Nantón Díaz