¡Menos mal! Su Sanchidad renueva su mandato. Iniciamos una nueva e ilusionante legislatura, con un ejecutivo rebosante de preparados ministros, ministras y ministres, de contrastada experiencia y formación. Además, para eso ganó las últimas elecciones generales…o casi. Lo que más me agrada es que al menos, nuestro gran timonel, va a tener que enfrentarse al pantanal que ha dejado su gestión y no va a pasárselo a otro. No creo que le importe mucho y continuará endeudando el país a niveles insoportables ¿A quién le preocupa el medio y largo plazo? Lo único importante es que no gobierne la derecha, aunque le venda lo que queda de país a las derechitas provinciales del País Vasco y Cataluña. Cada día me planteo, cuánto tiempo queda para el meteorito redentor o para que alcancemos cierto grado de conciencia que nos permita ver lo que tenemos a nuestro alrededor y lo que nos espera.

Nuestra vicepresidenta Yolanda Diaz, Ministra de Empleo, es la mejor compañera y socia para nuestro Doctor Sanchez, Dios le guarde muchos años. La verdad es que la mujer no para de hacer cosas “chulis” que nos cuenta como si fuera la presentadora de un programa de televisión infantil; como si la audiencia estuviera en un parvulario. Dª. Yolanda presume de que España ha incrementado su ocupación en 600.000 trabajadores en el tercer trimestre del presente año, hasta un total de casi 21 millones de asalariados. Según el Ministerio de Empleo, el paro habría experimentado en los meses de verano una caída, hasta los 2.762.000 parados. Y lo dicen sin reírse.

La realidad que sufrimos nada tiene que ver con lo que nos cuentan. El Gobierno pública cifras en las que simplemente evita mencionar a un millón de parados, a los denominados «fijos discontinuos» y a las personas que no encuentran un empleo a jornada completa aunque lo desean. Según múltiples organizaciones especializadas como BBVA RESEARCH o FEDEA, la cifra de paro real es un 25% superior a lo que nos dicen. Solo hay que estar atento a los datos y salir a la calle. Las reformas laborales de nuestra poderosa ministra tampoco estarían creando empleo real, sino que simplemente se limita a descontar a los fijos discontinuos que en realidad son parados; algunos no trabajan ni tres horas semanales. La cifra de paro efectivo, es en realidad la misma que antes de la reforma: la tasa de paro oficial es del 12 % —2,9 millones— y la oculta del 7,8% —1,96 millones—; es decir, en total en España el número de desempleados reales se aproxima a los 4,8 millones de personas. Resulta difícil de entender el discurso de que somos la economía líder de Occidente con la situación económica real.

Si estás en el mundo, si sales a la calle, si hablas con amigos y familiares o escuchas las conversaciones cuando viajas en el transporte público, la realidad que se dibuja es muy diferente. La clase política, tanto de derechas como de izquierdas, se desentiende de lo que preocupa a la ciudadanía y ponen el foco en sus teatrales peleas. Esas trifulcas de bajo nivel por la disputa de los sillones y por el reparto del botín. Lo mismo ocurre con los medios de comunicación, los tertulianos y los consorcios periodísticos que reciben fondos públicos para poder seguir existiendo. Los medios de comunicación subvencionados y las élites políticas de los partidos, ofrecen versiones superpuestas sobre “su” realidad del país, presentando estadísticas alteradas, y haciendo gala de un infantil “optimismo” desmesurado. 

Mientras, el ciudadano de a pie mira su nómina y percibe que el Estado le arrebata la mitad del fruto de su trabajo a cambio de no darle casi nada. Asiste a una degradación de los servicios públicos, de la seguridad y de su menguada capacidad adquisitiva. La gente de la calle, todos los que no somos “clase política” o “privilegiados”, sufrimos la situación actual que presumiblemente cristalizará en una crisis del Estado, el hundimiento social y la convulsión económica.

A grandes rasgos, se atisban cinco grandes riesgos a medio plazo, para esta deseada legislatura. En primer lugar la crisis del empleo. Continuamos desarmando el tejido productivo, el verdaderamente generador de empleo y cotizaciones. Se sustituye esta prioridad con un gasto público desorbitado e improductivo a base de implantar modelos bolivarianos de pagas y subvenciones. El segundo gran riesgo es la deuda externa, un disparate de impagables intereses. La prima de riesgo se disparará y en dos o tres años la deuda alcanzará los dos billones. Las próximas generaciones no podrán liquidar ni siquiera los intereses. En tercer lugar se presiente una ruptura social entre la “España que paga impuestos” y la “España subvencionada”. El nivel de hartazgo es especialmente intenso en la pequeña y mediana empresa, las clases medias dependientes de una nómina y los trabajadores autónomos.

El siguiente trance que sobrevuela es un enfrentamiento nacional generado por la debilidad del Estado frente a las sectas independentistas de las que depende la izquierda para consolidar su mayoría. Es fundamental afrontar la valiente y casi imposible misión de alterar una constitución, que regula una sociedad muy diferente a la de 1978. Por último, desafiamos una disolución social entre aquellos que comparten una cultura de raíces europeas y los grupos étnicos establecidos por todo el territorio nacional. La llegada masiva y desordenada a lo largo de las tres últimas décadas ha resultado imposible de integrar, además del gasto público que conlleva. 

Esta deseada legislatura no se va a desmoronar de hoy para mañana pero tiene un recorrido corto. Su primer gran obstáculo serán las elecciones europeas y las primeras elecciones autonómicas. Seguirá la inevitable recesión que todos advierten. La liquidación de intereses por la deuda y la disminución del flujo de fondos europeos no van a ayudar. Nos van a “bizcochar” con incrementos progresivos de la presión fiscal y seremos nosotros, los de siempre, los que liquidemos la brutal factura.

A lo largo de la historia siempre ha habido gente que percibía claramente la coyuntura en la que vivía, a pesar de los esfuerzos que se hicieran para maquillarla. Uno de ellos fue Alexander  Solzhenitsyn, al que me gustaría recordar para rematar estas «ilusionantes líneas». El escritor ruso pagó con el cautiverio sus críticas al poder establecido y sobre él escribió lo siguiente: «En nuestro país, la mentira se ha convertido no sólo en una categoría moral, sino en un pilar del Estado». En esta tesitura, romper con la mentira es un acto moral, no político. Un acto que tiene un efecto inmediato en nuestra forma de vida.

Luis Nantón Díaz