Cada día me sorprendo más de las inmensas “tragaderas” del personal. Deben de ser inversamente proporcionales a la capacidad para evaluar el dimensionamiento de la catástrofe actual, y, sobre todo,  las penurias que nos van a acosar en unos pocos meses. Una cosa es ser optimista, con permanente capacidad de recuperación, empuje y valentía, y otra bien diferente es ser un patético inconsciente que reniega de la realidad, y diariamente se anestesia con la basura que nos regalan los medios escandalosamente “engrasados”.

Nueva normalidad, migrantes o negacionismo son unas pocas muestras del apabullante dominio de la comunicación, para etiquetar, clasificar, y sobre todo mimetizar las diferentes realidades que arrojan los datos que diariamente nos negamos a analizar. La mayoritaria, pero extremadamente cómoda ausencia de espíritu crítico no imposibilita vislumbrar tres diversas constataciones de este tormentoso periodo:

a) Como en el viral meme de Cantinflas: ”Estamos peor, pero estamos mejor, porque antes estábamos bien, pero era mentira. No como ahora, que estamos mal, pero es verdad”.

b) El que era un insufrible y auténtico “tolete” e “insolidario capullo” en el mes de febrero, ahora lo es mucho más.

Y por último,

c) que pretender resolver algo de la presente situación, y de la brutal crisis que está en la próxima esquina, con el actual régimen de partidos políticos es sencillamente un suicidio colectivo.

Se requiere capacidad de gestión, y eso lo aporta la formación y una nutrida experiencia. La mayoría de nuestros líderes son incapaces de sacar adelante un puesto de pipas…

¿Cómo pretender que lideren los cambios necesarios para timonear en estas aguas turbulentas? Con sus casposas fórmulas, sus vacíos discursos, su obsesión por aferrarse a la poltrona y con nuestro callado beneplácito, no estamos impidiendo la ruinosa caída.

El Fondo Monetario Internacional, el FMI, no mi vecino el del cuarto izquierda, afirma sin ambages que la economía española arroja los peores datos de entre la totalidad de las occidentales. Lo realmente malo no es que el FMI lo asegure, lo realmente horrible es que es verdad.  Según sus estimaciones, resulta que nuestra economía, en términos anualizados, no trimestrales sino anualizados, va a caer un brutal 13%, no hay precedentes de semejante desastre. La media de caída de toda la zona euro es del 8,3 por 100, que continúa siendo una barbaridad. Curiosamente ese descenso en EEUU supera en poco el 4%… también es verdad que allí, por ahora, gobierna el poco dócil y sumiso presidente Trump. Lo más apabullante es que la única nación a nivel mundial que ofrece resultados positivos es China, con un crecimiento del 2%. El virus chino, de laboratorio o de murciélago, les está saliendo rentable, como evidente resultado de afrontar las crisis cuando no se pierde el tiempo, y otros recursos, contemplando con mirada tontuna el circular ombligo.

¿Ya no sabemos sumar? Los niveles de endeudamiento y de creciente gasto público en medio de esta vorágine, denotan que, o estamos en manos de unos locos, o sencillamente no saben matemáticas. Los hechos están demostrando que tanto una cosa como la otra. Resulta histriónico reconocer que los trabajadores no ejercemos ningún papel determinante, para una izquierda alejada de las realidades, y compuesta sociológicamente por una casta de acomodados profesores y de funcionarios que viven en su mundo. Hemos dejado de jugar un papel activo y ya todos formamos parte de unas clases medias cada vez más deprimidas, a las que las cargas fiscales pisotean sin piedad. Frente a nuestra gente, la aburguesada progresía apuesta por una solución tan capitalista como es la multiculturalidad, la fragmentación de la sociedad en barriadas étnicas rivales que luchan por un precario empleo y las ayudas públicas. Hoy, el poder popular va parejo a la recuperación de la soberanía política y económica, expropiada por esa casta financiera a la que tan bien sirven los partidos políticos de “siempre” que llevan cuarenta años demostrando su absoluta ineficacia.

Que cada uno saque sus propias conclusiones y calcule cuánto le va a tocar el bolsillo este negro panorama fiscal, que amenaza la recuperación económica de un sistema de bienestar que rápidamente se desvanece. Me atrevería a decir que lo suficiente como para retraer el consumo, reducir la recaudación fiscal y apagar la poca inversión privada en materia de creación de empresas y generación de nuevos puestos de trabajo. Pero no nos preocupemos, se acaba de presentar la última payasada, la fórmula magistral con la que el presidente Sánchez va a liderar nuestra pronta recuperación: “PLAN DE RECUPERACIÓN, TRANSFORMACIÓN Y RESILIENCIA”. Una verdadera chorrada de título tan pomposo, como vacía de contenidos. Solo hay que destacar dos absurdos, por no decir dos grandes y burdas mentiras. Hablar de forma cansina del incremento de la economía verde y de la inversión en digitalización, pero sin aportar estrategia, estructura, propuestas y metodología es sencillamente una tomadura de pelo. Pero además, conlleva desconocer totalmente la composición de nuestro actual tejido empresarial, con una casi inexistente composición industrial, a causa de las cortoplacistas concesiones del primer gobierno socialista. Se les llena la boca con palabras vacías, con términos grandilocuentes, que después repiten incesantemente los medios eternamente dependientes, y todas las redes clientelares de partidos, partidillos, organizaciones no gubernamentales y demás componentes de este dramático negocio negocio.

La idea central de toda esta teatral presentación es un patrón keynesiano: políticas expansivas de inversión pública destinada a parar la debacle económica y transitar hacia la ansiada recuperación. Pero eso conlleva pasta a mansalva, ¿cuál es la cifra? pues de bastante más de 500.000 millones. Afirma nuestro visionario el Doctor, que se obtiene un tercio de un presupuesto que ya no existe, de las ayudas europeas que no recibiremos a tiempo, y con las que apalancaremos el diferencial hasta alcanzar esa mastodóntica cifra mediante financiación pública y privada. Y se queda tan “pancho” tras regalarnos este cuento de la lechera, que ni aun cumpliéndose, conlleva una verdadera solución. Solo creérselo es una cuestión de auténtica fe. Eso sí, y está constatado, ya se están montando los “chiringuitos” para asesorar y canalizar hábilmente los pocos caudales que recibamos, pero de forma conveniente. Todos somos iguales pero unos más iguales que otros.

Esta pesadilla es nuestra pesadilla, pero no podemos continuar contemplándola desde nuestro cómodo sofá, en cualquiera de esas pantallas que pretenden hacernos olvidar lo que realmente estamos sufriendo. Esto no es una telenovela venezolana, que esos pobres ya disfrutan de las excelencias del “cambio”. Esta es una verdadera tragedia muda en la que todos lo perdemos todo. Y ya que hablamos de mafiosos, pero de inútiles mafiosos, recordemos “a mi manera” la frase emblemática de Corleone: El que sugiera cambiar de guionista, ese es el traidor. Porque hace mucho que todos conocemos el problema. No falla el relato: lo que realmente no funciona y nos condena es nuestro cómodo silencio.

 

Luis Nantón Díaz

https://luisnanton.com