Mira que alargan el chicle de la “leyenda negra” los difamadores profesionales de la progresía. No hay nada como responsabilizar a los que vivieron y lucharon hace siglos, de todas nuestras incapacidades, limitaciones y frustraciones. 

Nadie duda que es un recurso tan cómodo, como falso, el justificar nuestra ineptitud, culpando a personas, a pueblos, que ya no se pueden defender. De eso sabemos mucho en España, con unos gobernantes que, tras cuatro décadas de una interminable “transición” culpan de sus fracasos al anterior jefe del estado. Lo verdaderamente patético es que una estrategia propagandística diseñada por naciones competidoras de nuestro país, hace más de 300 años, siga obteniendo eco de nuestros propios líderes y representantes. A veces uno piensa que se trata de simple ignorancia, pero no, es mucho más.

El presidente de Colombia Gustavo Petro, justo antes de su reciente visita a España, aprovechando las celebraciones del 01 de mayo, ha realizado diferentes e injustificados ataques a nuestro país. El líder comunista ha aprovechado su discurso, pronunciado ante sus acólitos, desde el balcón del Palacio de Nariño, para referirse a la liberación del «yugo español». No les voy a aburrir con el rosario de tópicos indigenistas, pero antes de un viaje oficial, donde te van a imponer la “Orden de Isabel La Católica” no es de recibo que viertas declaraciones ofensivas contra una nación hermana. O simplemente rechaza honores e invitación.

Esta alineación de un antiguo terrorista del M19, como es Petro, con el socialismo radical de este gobierno, no es de extrañar. Que los podemitas sean los primeros en ofrecerle la alfombra roja lo comprendo perfectamente, al igual que un programa de alto nivel para ser agasajado por las instituciones. Pero lo que no logro comprender es el aplauso de Feijóo, e inmediatamente después, de toda la acomplejada bancada del PP. No solo eso, sino que el alcalde de Madrid, Sr. Almeida, se ha unido a los fastos y le regala las llaves de oro de la capital, a un político controvertido, y que no se cansa de insultarnos.

Los gestos son importantes, los símbolos más. Y hay que empezar a decir basta, a tanta chorrada. Por eso aplaudo sin ambages el gesto de los diputados de VOX, abandonando el parlamento, como firme protesta, después de que la presidenta del Congreso, Meritxell Batet, y el presidente del Senado, Ander Gil, se reclinaran ante quien nos ofende, ofendiéndose a sí mismo y a su propia historia.

La historia son hechos y no propaganda. Por eso, todos los totalitarios defensores de la memoria histórica, pretenden dominar un discurso único, para imponer su incierto programa. Los excesos románticos de la leyenda negra nos han vendido la imagen del pérfido depredador español que llega a América a exterminar a unos indígenas, que estaban felizmente tocando la flauta. Primero y, ante todo: los indios son tan protagonistas de la Conquista como los propios españoles, de hecho, más que conquista, estamos hablando de una verdadera guerra de liberación. Colón jamás habría podido prosperar en La Española sin la mayoritaria colaboración de los taínos. Hernán Cortés jamás habría tenido ni la más mínima posibilidad en México sin los tlaxcaltecas y otros pueblos aliados, y exactamente lo mismo le ocurrió a Pizarro en su epopeya peruana. Resumiendo: tallanes, taínos, tlaxcaltecas y demás pueblos aliados lucharon junto a los españoles porque estaban siendo salvajemente explotados por los caribes, los aztecas y los incas. Lucharon, y mucho, porque pretendían un cambio de sistema.

Cuando Gustavo Petro suelta esas sandeces, como lo hace el presidente López Obrador desde México, demuestran su total desconocimiento de lo que suponía el Virreinato de Nueva Granada. No hablamos de una colonia como las que Portugal había sembrado en África y Asia, o como las que ingleses, franceses y holandeses levantan a partir del siglo XVII, sino que es una creación social con sello propio que aspira a regirse a sí misma. Desde el primer momento se levantan imponentes catedrales: Santo Domingo en 1512, México en 1523, Lima en 1535, Quito en 1562. Y también desde el primer momento surgen universidades, según el modelo español: Santo Domingo en 1538, Lima y Méjico en 1551. Cabe recordar que Inglaterra nunca fundó universidades en sus colonias americanas, de igual manera que en Hispanoamérica nunca se establecieron colonias, sino una prolongación de España. 

Los virreinatos son entidades políticas que generan su propia personalidad. Toda organización del territorio, rutas marítimas, vías comerciales e incluso la protección militar quedaron siempre bajo la responsabilidad de cada demarcación. Y no debieron de hacerlo tan mal cuando el constructo sobrevivió más de trescientos años. Si el Sr. Petro invierte algo de tiempo, podría dilucidar claramente la contrastada bajada de nivel de Colombia, y de toda Hispanoamérica, tras las guerras civiles de principios del XIX. El levantamiento de las elites criollas, manipuladas hábilmente por el Imperio Británico, crearon una anarquía, que nada tenía que ver con la tranquilidad de más de tres siglos de experiencia hispanoamericana.

Hay mucho que estudiar, pero con transparencia e imparcialidad. Sus luces y sus sombras, sus gestas y fracasos, pero lo importante es que España no se trasplantó a América; España se injertó. Así nació una realidad autónoma, con vida propia, que debe ser punto de unión de millones de hispanoamericanos, unidos por una historia emblemática y de la que todos debemos sentirnos orgullosos.

A los que le han llamado terrorista, Petro ha espetado que no se trata de un insulto hacia su persona, sino un insulto a Colombia. Esto suena curioso, para un político que está perdiendo aceleradamente apoyos en todas las instituciones de su país, y que en las mismas declaraciones en las que insultaba a nuestra nación, amenazaba a las dos cámaras de representantes de Colombia, que o accedían a sus reformas, o se enfrentarían a una revolución. Para dejar de ser terrorista, hay que cambiar de discurso y maneras…

Después, y en el terreno de la anécdota, está la historia del frac. Petro se negó a utilizar un frac, en la recepción oficial brindada por el jefe del estado, justificando el desprecio argumentando que es una prenda “que tiene que ver con las élites y con la antidemocracia”. En realidad, utilizar un frac para una gala es una muestra de humildad y sacrificio. Uno no honra con el frac su persona, sino la responsabilidad que ostenta, que debe tener siempre mucho de carga, y eludiéndolo no se rebaja, sino que desprecia la dignidad de los apoyos que le avalan. Un profesor de ética, siempre me decía que saltarse el protocolo es el “protocolo de los demagogos”.

Además, y hablemos claro, hay un toque ridículo, un divismo de la “izquierda caviar”, en renunciar al frac tan en voz alta, dando la nota, para que se vea bien el no-frac. Es un modo de alcanzar la igualdad revolucionaria desde un escaparate comercial.

Luis Nantón Díaz