Esta semana su Sanchidad, señor del alto y bajo Nilo, ha honrado a la ONU con una regia visita, donde ha disertado por espacio de 8 minutos, en compañía de una hueste a sueldo de más de 100 acólitos, asesores y servidores de toda condición. Todos los representantes de la multitud de naciones que mandan a sus plenipotenciarios a recibir las consignas de los donantes de pasta y directrices se han quedado impresionados por la experiencia del Dr. Sánchez, como faro de Occidente, motor político, social y económico de Europa.

Una vez más se repiten los mantras de la Agenda 2030 y su absurdo catecismo totalitario. Como muestra de su magnanimidad, nuestro Gran Timonel ha regalado 140 millones de euros, de aportación adicional a la ONU, de esos que engrosarán nuestra colosal deuda externa y que este monstruo internacional utilizará en políticas liberticidas. Además, ¿A quién le preocupa la pasta? si como dice la ministra Montero el dinero no es de nadie.

La consigna más insistente, una vez más, fue la «ebullición climática». La estafa actual del calentamiento global no es nueva. El calentamiento global es simplemente un culto pseudocientífico para hipócritas engreídos. Los profesionales que promueven el mito del calentamiento global son generosamente recompensados por su obediencia, mientras que aquellos que se atreven a cuestionarlo son severamente reprimidos.

Pese a ello, cada día hay más valientes, que lo arriesgan todo para denunciar una situación catastrófica. Por ejemplo, John F. Clauser, ganador del Premio Nobel de Física del año pasado, aglutina a potentes colectivos científicos que intentan aportar algo de raciocinio y capacidad de crítica, a algo que es inconsistente, tal y como lo plantean.

Clauser es uno de los últimos científicos destacados en sumarse a la Declaración Climática Mundial que, bajo el título, «No hay emergencia climática» cuestiona el futuro apocalíptico que venden políticos y medios como consecuencia del calentamiento global que causa el hombre por las emisiones de CO2 a la atmósfera.

Según Clauser, «La errónea ciencia climática ha hecho metástasis hasta convertirse en una pseudociencia de impacto periodístico masivo. A su vez, la pseudociencia se ha convertido en chivo expiatorio de una amplia variedad de otros males no relacionados. Ha sido promovida y extendida por agentes de marketing empresarial, políticos, periodistas, agencias gubernamentales y ecologistas igualmente equivocados».

En cambio, lo que realmente si es un problema real es obtener los suministros energéticos que necesita la población mundial. En occidente estamos desarmando de forma paranoica nuestra industria energética, desmantelando así nuestra sociedad del bienestar. Fomentamos de esta manera la dependencia de terceros países que no sólo juegan en el campo económico, sino en el geopolítico.

En el foro científico Quantum Corea 2023 celebrado el pasado julio, Clauser explicó que «La buena ciencia siempre se basa en buenos experimentos. Las buenas observaciones siempre anulan la teoría puramente especulativa. Los experimentos descuidados, por otra parte, suelen ser contraproducentes y proporcionan desinformación científica. Por eso los buenos científicos repiten cuidadosamente los experimentos de los demás».

El desfile de cortesanos de esta semana en Nueva York, arropando a su Sanchidad, tocó también dos piedras angulares de las preocupaciones de la ciudadanía. Una por abrumadora imposición y otra por anestesiante cancelación. De las políticas de género ya ni hablo, dado que como dijo Pérez Reverte con el beso de Rubiales «yo no entiendo de baloncesto». Pero del otro tema sí, una verdadera y auténtica catástrofe cuyas repercusiones ya nos superan. Hablo de la invasión de millones de inmigrantes ilegales que hace años nos desborda y se multiplica exponencialmente. Mirar hacia otro lado, con ese cómodo buenismo, es simplemente un suicidio. Además, nuestro presidente determina que tenemos que ser solidarios, aunque sea otro quien paga la fiesta; nadie cita la palabra futuro.

La inmigración irregular se ha transformado en una industria de las ONG, organizaciones fundamentalmente dedicadas a mantener su estructura, sus redes clientelares y los fundamentos ideológicos que las sustentan. Las verdaderas mafias, agrupaciones de tratantes de seres humanos, son entramados muy poderosos alentados por organizaciones supranacionales. Los estados caciquiles emplean a las masas de desesperados como herramienta de negociación con los políticos europeos, siempre henchidos de un fariseo buenismo. Lo vivimos diariamente aquí en nuestra tierra, en Canarias, donde hay zonas que están siendo profundamente «alteradas». Cada semana son cientos los inmigrantes ilegales que arriban a nuestra Comunidad y no están huyendo de la guerra ni de la represión ni del hambre. Es engañoso pretender que la mayoría son refugiados. El concepto se ha ampliado tanto que, al final, casi todas las formas de inmigración y trata de seres humanos —por ejemplo, para explotación laboral— terminan ocultas bajo la etiqueta de solicitantes de asilo. La historia se repite, lo vimos en Lesbos en 2020 y en la frontera entre Bielorrusia y Polonia en 2021, el mismo año en que 12.000 inmigrantes derribaron las vallas de nuestra frontera en Ceuta alentados por la gendarmería del país vecino. 

En lo que va de año han desembarcado en las costas italianas 126.000 inmigrantes ilegales, el doble que el año pasado y el triple que en 2021, según datos de Interior. Ahora el desbordado gobierno de la Sra. Meloni pretende mandar «pasta» a Túnez para frenar la invasión y no creo que sean macarrones. Esta fórmula siempre falla, el vecino siempre quiere más y nada tiene que perder. Llega un momento en que se trata de mera supervivencia y que ahora me pongan a parir todos los fanáticos, fanáticas y fanatiques de «papeles para todos». Esto consiste en utilizar la calculadora y que me lo expliquen, mejor, que se lo expliquen a ellos mismos y a su santa familia. Se trata de promover el crecimiento, el desarrollo y la riqueza en los países de origen,  no en generar una política de sustitución. Una estrategia de reemplazo de la población occidental, para que a sátrapas como Bill Gates, Soros y unos cuantos listos más, sigan multiplicando sus beneficios y su poder absoluto. 

Decía Carl Schmitt: «Es soberano quien decide en circunstancias de excepción». Esto es insostenible. No hacen falta las vallas, ni las patrulleras, ni el ejército, simplemente apoyar nuestro crecimiento, nuestro empleo y nuestras estructuras, y eliminar cualquier tipo de ayudas a quienes acceden ilegalmente a Europa. Tenemos muchas necesidades que cubrir y se están generando situaciones de verdadero desequilibrio económico e injusticia social. 

Mientras Amenofis Sánchez irradia su gloria en la ONU, la bruja Van der Leyen propicia corredores humanitarios para crear nuevas zonas «no go». Les invito a visitar muchas capitales europeas, bueno, ciudades que en su día fueron Europa. Siempre podremos irnos con las pirámides y nuestro ínclito Faraón.

Luis Nantón Díaz