La emergencia climática, tal y como la venden, no sólo es un insultante despiporre, sino un negocio para las élites de siempre que se lo llevan crudo. Hace dos semanas, un alto dignatario de esa máquina de poder supranacional que es la ONU, comentaba sin inmutarse que ya no afrontamos una crisis ambiental sino una «ebullición climática». Me sorprendió  porque lo dijo sin reírse ni nada.

El axioma fundamental del clima es su condición cíclica y al igual que las mareas suben y bajan, ni el día ni la noche, ni la lluvia ni la sequía, ni el frío ni el calor, ni siquiera los gobernantes enfermos de poder son para siempre. El clima se altera desde el comienzo de los tiempos, las glaciaciones modificaron el nivel de los océanos en más de cien metros con respecto al nivel actual, pero este peligroso catecismo climático ha aprovechado estos ciclos naturales para crear su relato apocalíptico aterrorizando al ciudadano para aumentar nuestras dependencias.

El clima de nuestro planeta es un sistema multifactorial y complejo sobre el cual apenas comprendemos una serie de normas. Existe una imperiosa necesidad de combatir la contaminación donde ocurra, aplicando las medidas de contención necesarias y reducir las emisiones antropogénicas de contaminantes en los sistemas medioambientales, tanto continentales como marinos. Pero aterrorizar al personal para obtener otros réditos, es otro cantar.

Todavía, y creo que por mucho tiempo, en verano hace calor y en invierno hace frío. En Canarias las variaciones son más tenues y en el hemisferio sur son opuestas a las nuestras. Es irritante contemplar como un informativo sobre el tiempo, se convierte en una antesala de “walking dead”, con gráficos y mapas de intenso y llameante color rojo, cuando los datos son los de siempre. Hay cambios en el clima, nadie lo niega, pero es increíble como un simple noticiario del tiempo, busca una incriminación permanente, para que nos sintamos dolosamente culpables ¿Culpables de qué?

Las etapas del método científico son: definición del problema, formulación de hipótesis, recopilación y análisis de datos, confirmación o rechazo de hipótesis, resultado y conclusiones. Hay que estar siempre abiertos a posibilidades alternativas. Cualquier meteorólogo insiste en que lo que ignoramos del clima es mucho más de lo que conocemos. La ciencia requiere que sean los datos  y no el número de creyentes los que validen una hipótesis. Los factores que influyen en el clima del planeta son múltiples: la radiación solar, los movimientos de traslación y rotación, las corrientes marinas, los vientos predominantes, la latitud, la altitud y el relieve además de los gases de efecto invernadero.

No hay pruebas fehacientes de que el calentamiento global del último medio siglo, que es innegable, guarde una correlación causa-efecto con la emisión de dióxido de carbono por el ser humano. El aumento de la concentración de CO2 en la atmósfera es la consecuencia del calentamiento provocado por otros motivos, concretamente la actividad solar y su influencia sobre la concentración de vapor de agua, que es uno de los principales gases de efecto invernadero.

Nos dominan a través de las imágenes, nos atenazan con los sentimientos. ¡Ya estoy visualizando un osito polar! pero lo cierto es que no hay reducción del hielo del Ártico, un mantra constante a pesar de su irrelevancia, pues sólo supone el 0,07% del hielo del planeta. No olvidemos que Groenlandia tiene 125 veces más cantidad de hielo que el Ártico. Tiene una  superficie cuatro veces el tamaño de España, y está cubierta por una capa de hielo de 3 km de espesor. Y lo más importante, la piedra angular, la Antártida es la mayor reserva de hielo del planeta (un 90% del total) con un volumen 1.250 veces superior al del Ártico. Como ocurre con la isla verde, la mayor parte del hielo está cubriendo el continente con un espesor medio superior a los dos mil metros de espesor.

Otro icono de la propaganda climática es la destrucción y blanqueamiento de los corales, causado, claro está, por el furibundo calentamiento. Esto se está «desmontando» porque los datos confirman que  la superficie de coral en Australia ha crecido hasta batir el récord de los últimos 40 años. A pesar de que la primera referencia al blanqueamiento de los corales australianos data del siglo XVI, que los océanos apenas están mostrando calentamiento desde que se miden con las boyas Argo y que los corales son impresionantemente resistentes, se han disparado las alarmas habituales de las argucias de la estafa climática; la culpa es de la mencionada relación causa-efecto.

¿Quién se beneficia de todos estos dislates? Pues todos aquellos poderes que promueven la concentración de poder y recursos. Tan importante como la independencia política de una nación es su independencia energética. Con las políticas verdes se ha desmontado en las últimas décadas casi toda la capacidad energética europea, rechazando los combustibles fósiles o la energía nuclear. Ya sufrimos tantos desequilibrios que cada día son más los gobiernos que abogan por retornar a fuentes de energía más asumibles. España, en una alocada cruzada en la que nos han metido los últimos gobiernos que hemos sufrido, es absolutamente dependiente a nivel energético de otros países. Nuestra autonomía energética se ha convertido en un vago recuerdo y como en todo, alguien debe pagar la factura. La inflación que estamos sufriendo está fundamentalmente provocada por las absurdas medidas que nos obligan a adoptar estos sicarios de la emergencia climática. La factura de la luz o del gas y su repercusión en nuestra cesta de la compra es una de sus más penosas consecuencias. Lo mismo ocurre con las empresas; no pueden soportar estos costes, pierden competitividad y su viabilidad disminuye de forma escalofriante. Si analizamos  la verdadera responsabilidad del hombre en relación a los cambios en el clima llegamos  a la conclusión de que nos enfrentamos a  pronósticos catastróficos poco realistas.

El primero que inició el «negocio climático», aquí en Canarias también le soltamos “pasta”, fue Al Gore, el ex vicepresidente de los Estados Unidos. Recorrió el mundo de los años 90 con su documental «An inconvenient truth» (Una verdad incómoda). Gore, tras perder las elecciones frente a George W. Bush, se reinventó como activista medioambiental y en particular, como profeta del calentamiento global. A partir de este momento se generó y subvencionó una creciente corriente científica sobre el cambio climático absolutamente contaminada por la política más sectaria.

Nos prefieren asustados. Contraste la información que reciba con datos y deje a un lado las cuestiones emotivas. La táctica con la que nos asolan siempre es la misma: el miedo como herramienta de control, la ocultación de datos, el abuso de la mentira, la censura, la  corrupción de «la Ciencia», el falso consenso, la persecución del disidente y la servil complicidad de los medios. Es difícil averiguar lo que realmente está pasando, pero al menos no se lo pongamos fácil a estos estafadores de la «ebullición climática». 

Luis Nantón Díaz