Hace unos días el Tribunal Constitucional avaló de forma íntegra la ley de la eutanasia en respuesta al recurso presentado por VOX. En un país que mayoritariamente se manifiesta a favor de la eutanasia parece una buena ocasión para ese saludable ejercicio que es pensar. Pensar tranquila y libremente.

Repasemos pues el marco jurídico puesto de relevancia con este intercambio. La impugnación sostenía que la eutanasia no debe ser regulada porque el derecho a la vida es un derecho fundamental que el Estado debe proteger incluso contra la voluntad de su titular. Además de proporcionar cuidados paliativos cuando fueran necesarios.

El Tribunal Constitucional denegaba el recurso alegando que el Estado debe garantizar el derecho de autodeterminación del individuo para que pueda decidir el modo y el momento de su muerte. Se genera un derecho “ex novo” basado en el principio de derecho inalienable de integridad física y moral y de los principios de dignidad humana y libre desarrollo de la personalidad. Establece que la ley prevé la disponibilidad de cuidados paliativos si bien éstos no constituyen una alternativa en todas las situaciones de sufrimiento. Tampoco entra a determinar si nuestro país está dotado de las suficientes estructuras, recursos y profesionales para proporcionarlos. La norma ha establecido «un procedimiento administrativo riguroso con sólidas garantías de protección» y “define con precisión los supuestos del llamado contexto eutanásico”. En la denegación del recurso dos de los magistrados se desmarcan con un voto particular. Según ellos la norma adolece de múltiples imprecisiones y excede el alcance del  tribunal al generar un derecho de autodeterminación respecto de la propia muerte en contexto eutanásico.

Repasemos ahora lo que dicen los profesionales sanitarios que han dedicado su vida a acompañar a sus pacientes en el tránsito de la muerte. Los cuidados paliativos son una modalidad asistencial que persigue la calidad de vida y el bienestar de las personas que ya son incurables y de sus familiares. Implica un abordaje integral con cuidados físicos, psicológicos, sociales y espirituales. La muerte es algo estrictamente personal y la posibilidad de adelantarla voluntariamente una decisión individual. Para responder a los temores y las circunstancias humanas de quienes se enfrentan a su propia mortalidad es preciso repasar los valores y preferencias que nos permitan anticiparnos a una situación que es ineludible.  

Hay que distinguir entre la eutanasia y la necesidad de propiciar una muerte digna. Los cuidados paliativos tratan de mejorar la calidad de vida de los pacientes sin modificar su pronóstico. Sin embargo la buena muerte implica tanto a la medicina como a la sociedad. 

Tampoco la sedación es equivalente a la eutanasia puesto que persiguen diferentes objetivos, mientras la eutanasia acorta la vida la sedación apacigua el nivel de conciencia ante síntomas refractarios al tratamiento que no hemos podido resolver. La sedación es una decisión terapeútica compleja, inaceptable desde el punto de vista ético y clínico cuando se realiza con el fin de acortar la vida. 

En Canarias tenemos a uno de los mayores expertos internacionales en la materia, el Dr. Marcos Gómez Sancho y les recomiendo la entrevista que Jordi Évole le hizo con motivo de la recién promulgada ley. Sus palabras sobre la eutanasia y los cuidados paliativos se han hecho virales por su contundencia y su discurso no tiene desperdicio. Con más de 25.000 pacientes atendidos explica que sólo en muy pocas ocasiones le han manifestado la firme y serena voluntad de morir. Es habitual que a su llegada al hospital los pacientes expresen ese deseo cuando llevan diez días sin poder dormir por un dolor extenuante. Cuando se mitiga el dolor y se atienden las necesidades que presenta, el camino, dure lo que dure, se contempla de otra manera. Es primordial tener una magnífica red de cuidados paliativos para afrontar el acompañamiento de aquellos pacientes que no pueden aspirar a la recuperación. Lamentablemente esa sigue siendo una asignatura pendiente en nuestro país.

¿Cuál es el miedo que despierta la ley de la eutanasia? Sinceramente que esos supuestos que el Tribunal Constitucional considera definidos con precisión en este momento se flexibilicen con el tiempo y créanme, no hablo de hipótesis. Holanda, uno de los países que lleva tiempo practicando la eutanasia, en el año 2012 la aplicó a un paciente con enfermedad de Alzheimer. Resulta difícilmente compatible la serena y firme decisión voluntaria de acortar la propia vida en un enfermo que tiene como síntoma prínceps de su dolencia el deterioro cognitivo.  

Déjenme que les cuente una historia. Hace ya casi treinta años la vida me “regaló” la oportunidad de vivir en primera persona una situación como las que nuestro buen doctor describía. Fueron cuatro largos años de una enfermedad devastadora manifestada en lo que debería haber sido el comienzo de una vida llena de proyectos y de ilusión. Un hachazo para todos los que estábamos implicados entre los que se incluía un inocente recién nacido al que un glioblastoma le escamoteó los miramientos y desvelos de su madre. En aquella época los cuidados paliativos eran un mal chiste y la asistencia de los enfermos que no tenían la esperanza de curarse recaía íntegramente en la familia y la buena voluntad del personal sanitario con el que nos cruzábamos en esa travesía del desierto. El traslado que debía hacerse forzosamente en un avión ambulancia fue un viacrucis de gestiones interminables que no le deseo ni a mis enemigos. En cuanto la situación pasó de hospitalaria a domiciliaria el abandono por parte de los servicios sanitarios pasó a cubrirlo todo como un oscuro manto. El material asistencial necesario para actividades tan básicas como la alimentación nos llegaban gracias a los esfuerzos de la buena gente que los sisaba en sus centros de trabajo. Las limitaciones que imponía la última fase de la enfermedad acarreaban una situación tan profundamente invalidante que rozaba la crueldad. A pesar del agotamiento y el natural deseo de que cesara el sufrimiento jamás solicitó acortar la vida que le quedaba. Quiero pensar que continuar viendo a su niño del alma, porque era casi lo único que podía hacer, tuvo mucho peso. Bien sabe Dios que si me hubiera pedido terminar con su vida yo le habría ayudado a hacerlo, pero nunca lo hizo. Sus valores, su sentido de la trascendencia y sus preferencias individuales conformaron su capacidad para afrontar el tránsito con la naturalidad que requiere lo inevitable. Puedo decir además con orgullo que fue la familia, mi familia, la que con sus renuncias y dedicación hizo posible ese bien morir. 

Esta recapitulación sobre los cuidados paliativos y la eutanasia además de mi propia experiencia personal me llevan a destacar entre todos los valores la compasión. Compasión por los que sufren, por todos aquellos que son testigos de ese pesar y ¿por qué no? compasión para con uno mismo y su visión sobre la existencia. Todos deseamos una buena muerte y muchos piensan que la ley de la eutanasia nos va ayudar a conseguirla pero como hemos visto morir dignamente no significa disminuir la duración de la vida.

Lo dicho, sólo me queda la compasión.

 

Luis Nantón Díaz