“Somos el baluarte de la economía social, no solo en Europa, sino en el mundo”. Esta jactanciosa afirmación de la vicepresidente del Gobierno, Yolanda Díaz, es otra muestra más, de la incombustible dualidad con la que juegan los adictos al poder. Mientras han hundido social y económicamente a la nación, mientras ningún parámetro valida datos alentadores, continúan riéndose de los ciudadanos, hablando de un país que los españoles no conocemos. Es la misma cara de hormigón, que permite exigirle cambios al gobierno, cuando eres miembro del ejecutivo. Por la mañana tomamos decisiones vía decreto-ley, y por la tarde hacemos declaraciones criticando al gobierno, como si fueran de la oposición.

Pero, ¿qué se le puede pedir a esta gente? Su íntimo amigo y colaborador, el come gambas del sindicato socialista, se va a manifestar a Francia, porque el gobierno Macron pretende subir la edad de jubilación a los 64 años, y aquí no mueve ni un dedo cuando la tenemos a los 67. No hay nada como vivir, cual sátrapa oriental, con postureo pijoprogre, a base de las suculentas subvenciones que regalan y administran los colegas.

El equipo del palacio de la Moncloa se ha percatado, desde hace mucho, de que el personal no consulta la hemeroteca, y que tenemos una memoria bastante exigua, por no decir inexistente. Pueden afirmar la chorrada más grande, la mentira más indecente, la más categórica de las promesas, que resulta sencillamente irrelevante. Nadie lo va a tener en cuenta. Según su Sanchidad, somos el “faro de occidente”, la economía que guía a Europa, y los datos, y el día a día, demuestran todo lo contrario.

En términos absolutos, España es el tercer país con mayor número de desempleados de la OCDE. España sigue siendo el que tiene la tasa más elevada y el que se mantiene más alejado, con mucha diferencia, de su mínimo desde el comienzo de la serie histórica en 2001, con un 13%. Y eso, que no tenemos en cuenta que Bruselas aumenta en casi dos millones de parados, la cifra de gente sin trabajo en España, si no jugamos a maquillar las cifras con los “parados discontinuos”.

Nos regalan cifras tan exitosas, como inverificables. Nos basta con la sencilla y pura lógica. Solo analizar la enorme diferencia entre cotizaciones y el pausado crecimiento del PIB, ya genera una mastodóntica duda. A estos iluminados se les llena la boca, hablando de éxitos de creación de empleo, cuando tenemos los índices de productividad más bajos de toda Europa. Nos superan hasta los griegos, con todo mi respeto hacia los descendientes de Alejandro Magno. Es curioso que el número de funcionarios haya aumentado en más de 1.200 veces, si lo comparamos con los autónomos. Es aún más curioso cómo continúa destruyéndose el empleo en el sector privado, mientras aumentamos el sideral déficit, a base de generar más empleo público. Así comprende uno, como se obstinan en no contabilizar las horas trabajadas, dado que ese cómputo ofrece pocas posibilidades de maquillaje.

Para este gobierno, las decisiones de sus socios podemitas suponen un lastre electoral, que está generando, al parecer, una creciente pérdida de votos. Tampoco le ha importado mucho a nuestro gran timonel, siempre obsesionado con mantenerse en la poltrona, cueste lo que cueste. Por eso creo que su Sanchidad ha desarrollado un “recogedor” para esos votos. Y es ahí donde entra Yolanda Díaz, dispuesta a ejercer tan honroso menester. Para diseñar este acaramelada herramienta, tiene presente la “tradición” izquierdista de las últimas décadas: “el comunista de hoy es el que mañana dará el salto al PSOE”, con su correspondiente epitafio: “el militante que queda en el PCE es aquel que todavía no ha encontrado el mejor momento para pasar al pesebre definitivo”.

Podemos no está en su mejor momento, y la división generada por SUMAR incrementa sus problemas. Yolanda aspira a ser la liquidadora de la facción morada: quien no esté con ella, no será ministra en un próximo gobierno socialista, así de clarito. Este es el gran reclamo que ofrece a lo que queda de PODEMOS. Lo que no reconoce, es cuando dejará de ser “activista comunista” para domiciliar la cuota al PSOE. A Yolanda la llaman hoy “la fashionaria”. No tengo muy claro que se trate de un piropo. La pasionaria histórica, personaje bastante discutible, es una de esas figuras mitificadas en la distorsionada historia de la España del siglo XX. Su dependencia de Stalin, cuando se apoderó del Frente Popular, acabando con lo poco que quedaba de la II República, o de Santiago Carrillo, no le dejaron mucho protagonismo real. A lo mejor la historia se repite…

La líder de SUMAR no inspira miedo, es cierto. Ofrece una educada y jovial imagen, empalagosamente comercial, dado que no transmite ideas, sino que vende un producto. Ella es el producto, y su marca es la del más agresivo pedrosanchismo. Un intento programado y medido, para captar lo que genere el descrédito de los alocados ministerios podemitas. Una estrategia tan elaborada como las encuestas de Tezanos, con la bonita etiqueta de SUMAR, para intentar eliminar a Pablo Iglesias sin prescindir de sus bolsas de votantes. 

Creo que pese a todas las estrategias de su Sanchidad esta batalla no la va a ganar. Creo cada día más firmemente que el próximo gobierno será una coalición del PP-PSOE, ambos engranajes de la misma rueda globalista. Creo que quien más claro tiene la jugada es Pablo Iglesias, dispuesto a acaparar nuevas glorias y protagonismo, prendiéndole fuego a las calles, por los mismos motivos por los que ahora están todos cómodamente calladitos, a golpe de resiliente talonario.

Este progresismo de escaparate resulta inquietante. Esta izquierda woke, rebosante de rencor y odio, profesa una irresistible pulsión hacia la miseria. Al igual que en ocasiones anteriores, en estos 40 años de una eterna y teatral transición, los perfiles de siempre buscan hueco. La ministra más chulí de barrio sésamo, junto a revolucionarios de salón como la Colau o el ínclito Garzón, ya se han atrevido a dar el paso adelante, para hacerle el trabajo incómodo al señor de la  Moncloa.

Porque mira que esta señora es empalagosa. Su discurso es tan casposo como el del más rancio comunismo, pero con el fondo tutti fruti y multicolor de la agenda 2030. Es la esclavitud de siempre, pero aderezada con un soporífero canto de revolución con sabor a plástico. Pero lo más característico es ese tono cursi que impregna su discurso. Cursi porque ella pretende sin conseguirlo ser elegante, fina y distinguida, pero resultando ser finalmente tan ridícula, como pretenciosa. Su discurso social repite cansinamente los mismos mantras de todos los partidos tradicionales. Los partidos que han saboreado el poder en este casi medio siglo utilizan las mismas mentiras, las mismas palabras huecas…por eso pueden hablar de baluarte de la economía social, sin despeinarse, sin siquiera reírse.

Luis Nantón Díaz