Estas líneas no tratan de comunicar sino que son una liberación; es gritarles a todos y a nadie. Permítanme una cita del sociólogo francés Gustavo Le Bon «La masa nunca ha sentido sed por la verdad. Se aleja de los hechos que no le gustan y adora los errores que le enamoran. Quien sepa engañarla será fácilmente su dueño; quien intente desengañarla será siempre su víctima». Afirmaba que la masa es siempre intelectualmente inferior al hombre aislado y que sólo el hecho de formar parte de una multitud le hace descender varios escalones en la escala de la civilización. Messie Le Bon, uno de los padres de la psicología de la muchedumbre, no podía ni imaginar los esperpénticos niveles que alcanzaríamos.

Como ya no se puede desenterrar el cadáver de Francisco Franco, para que no nos preocupemos de la ruina económica y de la ingobernabilidad de la nación, hay que ser imaginativos. El abominable espectáculo del caso Rubiales, del que pretendo hablar lo mínimo, es un juego de artificio del PSOE para que no miremos hacia su amnistía anticonstitucional al chorizo de Waterloo y demás gualtrapas. Este tipo, el del fútbol, es un impresentable y un caradura pero, por favor, no es un agresor sexual. Me recuerda al Chicago de Al Capone que recordemos terminó en el trullo, no por sus innumerables asesinatos, sino por cuestiones tributarias. Tenemos infinidad de asuntos para estar suficientemente preocupados por el día a día y por el futuro. Sólo es necesario ir a la gasolinera, ir a un supermercado o pensar en la «incuestionable seguridad» del sistema de pensiones. 

Como consecuencia de la «Ley del sí es sí» fraguada por la Sra. Montero, con el beneplácito de su Sanchidad, 1.160 individuos condenados por agresión sexual han visto reducida su condena y 120 de ellos han sido liberados. El último caso, del que tenemos constancia, un desalmado que abusó de una niña de 11 años. Pero todo esto no es un problema y menos aún una injusticia. Me da terror la brutal desigualdad jurídica que supone la drástica eliminación de la presunción de inocencia si has nacido hombre. Resulta abrumador la cantidad de «desigualdades» que ha impuesto ese ministerio de igualdad, invento soviético y liberticida, en unos pocos años. Y es que tenemos a una turba de fanáticos de lo políticamente correcto, matándose entre ellos por ver quién es más feminista. Y no es que sean unos tarugos desenfrenados, es que se trata de un negocio. En España, estar ofendido es rentable, es lucrativo.

Un progresista de carnet promueve ideologizar al máximo el sistema educativo para que se lea «El Quijote» en versión inclusiva y poder sacar conclusiones sobre los derechos LGTBI. Un pijo progre de verdadera enjundia debe aceptar, sin queja, que ya no se estudie el reinado de los retrógrados Reyes Católicos, ni se mencione al genocida Cristóbal Colón. Un empoderado ecoresiliente sólo permite abordar la guerra civil para abrir enfrentamientos que estaban superados y modificar historia para manipular el futuro, condenando penalmente cualquier atisbo de disidencia.

Hay que analizarlo todo desde la ofensa, porque a los que mandan les interesa incrementar sus redes clientelares con nuevos oprimidos, aunque los tenga que crear a base de ingeniería social. Por eso, sabiendo que la educación es el futuro, la degradamos. Sólo importa disminuir progresivamente el nivel formativo, ético y moral y promover la lucha frente al heteropatriarcado opresor. Son tantas las posibilidades de ofenderse…

Me ofendo por la inexistencia de oferta de viviendas públicas, incluso aunque esté vinculado a un gobierno que en cinco años no ha construido ni una misera chabola. Por eso los ofendidos son partidarios de la ocupación ilegal, salvo que la vivienda sea de uno, que entonces el asunto es muy diferente.

Con la tan cacareada sanidad pública, tenemos los mismos versos. Sobre todo cuando se trata de los mediáticos artistas… artistas de vivir en su gran mayoría gracias a las subvenciones públicas. Estos de la farándula defienden la sanidad pública, pero se llevan la pasta a paraísos fiscales para que la financie otro; defienden la sanidad pública por encima de todas las cosas, pero van a la Clínica Ruber cuando tienen el más mínimo problema de salud.

Inmersos en un mundo de exaltación de las minorías, los que nos limitamos a trabajar y vivir pacíficamente, sin abanderarnos en ningún sentimiento diferencial, estamos más solos que la una. La verdad es que cada día apetece más perder la compostura y empezar a dejar las cosas claras. No le debemos nada a nadie por el hecho de cómo te percibas, en qué comunidad naciste o cuáles sean tus preferencias sexuales. Nada de eso debería ponerte en una situación más o menos favorable. Eres tú, únicamente tú quien debe construir tu futuro. Sin subvenciones, sin ayudas, sin ofenderte y sin ofender y trabajando mucho más que los demás. Esfuérzate, piensa y sobre todo apaga la tele. Pensemos en todo lo que nos une, en todo lo que ilusionó y cohesionó a generaciones y generaciones que nos antecedieron. Con sus luces y sus sombras, pero con mucho que aportar.

Hay gente que no ve con preocupación el establecimiento de una sociedad controlada y le importan un bledo los ataques a la libertad de expresión porque no tienen nada que decir. Reafirmemos una nueva sociedad que recupere el testigo de su destino. Una sociedad libre, de hombres y mujeres que distinga entre lo que es «noble» y lo que es «despreciable», ahí donde nuestro mundo sólo es capaz de juzgar lo que considera «bueno» o «malo». Parafraseando a Renzo Novatore: «La verdadera libertad es un privilegio de los déspotas que dominan y de los grandes rebeldes que no saben obedecer. Pero ambos están más allá de la ley y el gobierno, ambos están más allá de la mediocridad.»

Me inclino reverencialmente frente a su Sanchidad. Maneja un equipo, como partido y como estructura, infinitamente más potente que los “tibios” que tiene de supuesta oposición. Sus campañas son perfectas, la organización es insuperable y cuidan la marca como profesionales. Lo de esta “locura” de piquito aquí y manifestación allá, es una última prueba de su “profesionalidad”. Son unos fuera de serie en esto, son máquinas de ganar elecciones en el postrero minuto y a diferencia de los conservadores no consideran –como la derecha– que la comunicación sea una chorrada para los jóvenes.

Me niego a que un puñado de oportunistas, con mucha pasta para crear corrientes de opinión, definan mi existencia. No me apunto a lo de estar ofendido, renunciando a la posibilidad de saborear la vida, teniendo plena conciencia del camino. El hecho histórico ha mutado, ya no necesita de significación sino de repercusión. Los acontecimientos se han transformado en mero ruido, en vulgar trending topic, en materia de programadores y no de individuos o de sus vivencias. Por ello, todos estamos al tanto del último minuto, pero se nos escapa la vida. Quizás tan sólo necesitamos desconectar un poco para pensar, contemplar el mundo o experimentar el tiempo. Pues eso, que se vayan a ofenderse a otra parte…

Luis Nantón Díaz