En política deben fluir los pactos, sobre todo si las confluencias determinan mejoras para el país, pero en este momento estamos inmersos en una tormenta de contradicciones. Resulta curioso que un gobierno de izquierdas se mantenga gracias a la compra de apoyos de los conservadores catalanes y vascos. Más estridente resulta aún que un gobierno del PSOE, que siempre se ha caracterizado por su jacobinismo, haya sido aupado en la desesperación por los que trajinan la desaparición de España, los independentistas vascos y catalanes. En este mercadillo de los apoyos no hay sitio para el interés general, el objetivo es mantenerse en la poltrona y acaparar más manteca.

Su Sanchidad es hábil pero no tiene escrúpulos. La idea de nuestro Gran Timonel era que todos estos partidos que habían perdido votos y escaños en las elecciones generales estarían lo suficientemente debilitados como para acceder a cualquier pacto a modo de salvavidas. La convocatoria de nuevas elecciones generaba enormes dudas y era mejor lo de pájaro en mano… aunque fuese necesario venderlo todo. La posibilidad de que venciera el PP hubiera supuesto el alejamiento definitivo de las perspectivas independentistas o de las conquistas LGTBIQ+. Así pues, nuestro eterno presidente encontró en la debilidad de los otros, un impulso para su política de mercadeos. Pero el desgaste de las elecciones y la pérdida de 30 diputados marchitaba su proyecto original, si es que tenía alguno.

Seguimos escribiendo sobre ese océano de contradicciones. Durante la presidencia española de la Unión Europea de este último semestre, hemos dejado el pabellón patrio muy alto. Va a ser difícil, ofrecer políticas más erráticas y espectáculos circenses más bochornosos. El discurso de su Sanchidad en el Parlamento Europeo fue “homérico” incluyendo las broncas y ladridos finales. Sin embargo durante ese semestre, Bruselas apostó por el retorno a las centrales nucleares y se atrevió a dar tímidos pasos para frenar la inmigración descontrolada, que realmente encubre una invasión. Es contradictorio porque aquí el gobierno, hace exactamente lo contrario; promueve la progresiva pérdida de nuestra independencia energética y fomenta una inmigración desbocada junto a sus subvencionados chiringuitos.

Los europeos nos estamos cansando, al menos algunos. En esta última década Europa se ha empobrecido, se han limitado las libertades y las políticas de la agenda 2030 asfixian cada día más la vida de millones de ciudadanos europeos. Como a nadie le gusta sufrir, la gente ha empezado a reaccionar. Y como los tecnócratas no pueden permitir que los europeos reaccionen, se ha apresurado a tomar medidas paliativas. Favorecer las inversiones en energía nuclear permitirá aliviar un poco la presión fiscal de la “emergencia climática” y enmendar en parte los estragos causados por los embargos a la Federación Rusa. En cuanto al otro asunto, el de intentar poner algo de orden con la inmigración puede evitar que el problema siga creciendo pero el verdadero reto es solucionarlo. 

Cuando la crisis económica arrecia, algunas ventanas se abren y entra algo de sentido común. Tanto rollo progre, tanto catecismo climático, tanta intolerancia woke resulta demasiado cara. Los movimientos populares viven un momento de auge. Giorgia Meloni lidera en Italia, Marie Le Pen se aproxima como nunca al Eliseo y la Unión Europea que viene puede tener más diputados euroescépticos que diputados convencidos con la agobiante agenda 2030. Trump conserva su enorme base electoral, Milei ganó en Argentina contra todo pronóstico y Wilders dió la sorpresa en Países Bajos. Son opciones políticas muy heterogéneas, contradictorias incluso, pero a las que se está escuchando con tal de salvarse de la decadencia pijo progre. 

La política da asco y las formas de la mayoría de los políticos también. Salen de esta sociedad, así que tenemos lo que nos merecemos. Por eso debemos tomar cartas en el asunto, quedarse cruzado de brazos no es una opción. No podemos quedarnos inmóviles ante la injusticia. Es necesario reaccionar y trabajar, cuantos más mejor, en la misma dirección: empresarios y trabajadores, funcionarios, periodistas,  productores, jóvenes y mayores.

En la película «El padrino» D. Vito le advierte a su hijo de que quien le sugiera una reunión, ese es el traidor. De la misma manera debemos sospechar de los detractores de la polarización. Tendenciosamente nos asustan con la polarización, como la regañina que se da a los niños que se portan mal. Pero no tiene nada de malo reconocerse como polarizado frente a la infamia y la estupidez. Estamos fracasando, individualmente y como nación a base de difuminar fronteras éticas y morales. El relativismo de nuestros días se convierte en carencia de principios y en somnolencia de esclavo frente a los abusos del poder.

Los prejuicios que existen sobre la política son de peso y no se deben ignorar, como escribió Any Rand. En «El manantial» y «La rebelión del Atlas» expone brillantemente lo que hacen los individuos sin principios. El primer prejuicio es la mentira que debemos combatir de forma inflexible. No debe tener cabida en la política y quien la utilice debe afrontar las consecuencias. La ética en la política no debería ser discordante, por mucho que algunos quieran enfangar esta noble ocupación. 

Son muchas las contradicciones; entre soportar las mentiras convertidas en información y el doble rasero de la casta, no sé dónde quedarme. Es verdaderamente llamativo que un político del nivel de Vidal Quadras reciba un tiro en la cara y pase desapercibido, mientras que el beso de la Jenni colapse durante semanas al país. También es una contradicción personal ver lo que está aconteciendo, calibrarlo, sufrirlo… y no hacer nada. Deberíamos recuperar las prácticas de siempre.  Recuperemos los libros, amigos eternos que nos enseñan a pensar, nos llevan de viaje, nos hacen llorar y reír… Una buena película, una entretenida conversación con amigos, un encuentro familiar. Todo esto nos ayudará a recordar que, por mucho que pase, todo tiene un límite. Y ese límite, a lo mejor somos nosotros. Estas herramientas pueden desvelarnos que no es lo mismo ser persona que ser gentuza. Y ahí, ya cada uno con su conciencia.

Es preciso lidiar con las contradicciones, con sentido y estrategia, pero el camino debe estar claro.

Luis Nantón Díaz