Esta semana ha tenido lugar en el parlamento la sexta moción de censura en los 48 años de nuestra cada día peor entendida y gestionada democracia. A pesar de la campaña de desacreditación el mensaje que subyace es un intento de adelanto electoral. Son millones los españoles que aspiran al cambio para terminar con el errático rumbo al que nos condena este desquiciado ejecutivo. 

Su Sanchidad aparece insistentemente en los medios de comunicación subvencionados a pesar de que su ciclo termina irremisiblemente en una lenta agonía que pagaremos todos. Muchos coinciden en que ha conseguido superar a Zapatero en la clasificación de personaje más nefasto en la política nacional. 

Con independencia de quien presentó la moción de censura, lo importante es su finalidad. Con la inflación subyacente que percibe el ciudadano de a pie en su cesta de la compra o a la hora de repostar, no sé quién puede extrañarse de intentar anticipar unas elecciones. El día a día, el contacto con la realidad, confirma enérgicamente la necesidad de un cambio de dirección. Resulta indispensable resolver la quiebra del sistema educativo, la caída de calidad de los servicios públicos, empezando por la sanidad, la cordura en el tema de la inmigración masiva además de resolver los problemas de delincuencia y orden público, restablecer una política exterior decente, generar confianza en los inversores, mitigar la corrupción en todos los niveles de la administración, disminuir la deuda, y un largo etcétera. Hablamos de racionalidad y sentido común. Los cambios son necesarios con carácter inmediato. La ruptura entre la España real y la España oficial nunca ha sido tan patente como ahora, y esto solamente puede resolverse mediante una reforma constitucional en profundidad. Las siglas que han gobernado suponen la implantación de un régimen que solo fomenta el servilismo político, perdiendo autoridad, nivel y calidad progresivamente. 

El Profesor Tamames pasará a la historia como un hombre brillante, de gran producción intelectual, fiel a su país y valiente hasta los 90 años. La generación de políticos actual no le llega ni a la suela de los zapatos, para desgracia de nuestra nación. Los partidos de siempre son un saco de casposas promesas incumplidas, de discursos vacíos e incoherentes. Ya hemos perdido mucho tiempo apoyando a los maricomplejines de la derecha azulada o del malabarístico traspaso del voto de la izquierda socialdemócrata, de la izquierda socialista-resiliente, de la izquierda indignada primero e inclusiva después, hasta terminar en este circo de los horrores donde diariamente confundimos divertidos memes con decretos ley.

Las instituciones más desprestigiadas en España son los partidos políticos, los sindicatos y el parlamento. Es un drama que los más elevados órganos representativos de nuestro país no sean considerados como tales por la mayoría. Ha llegado el momento de pensar que la política y la solución de los problemas presentes y los que aparecerán en el futuro, ya no puede depender de parlamentos inoperantes, situados a espaldas de la sociedad.

 

Sentido común es defender la independencia de la justicia y de la compensación permanente entre poderes. El profesor explicó, «Su Gobierno no respeta la división de poderes. Montesquieu es un visitante molesto. Están Vds. haciendo muchas cosas contra la división de poderes, intentando hacerse con el control de la Justicia«. También recordó que pese a lo prometido incansablemente sufrimos un ejecutivo ideologizado hasta lo impensable, «El Gobierno está apoyado por quienes hasta hace muy poco utilizaban la violencia para imponer sus crueles propósitos. Está apoyado por quienes quieren acabar con la monarquía parlamentaria, la figura de Felipe VI y la unidad de España«. ¿Qué se puede esperar de una coalición rebosante de métodos autoritarios? «Su Gobierno ha aprobado 132 decretos-leyes. Un instrumento pensado sólo para situaciones extraordinarias lo han convertido en algo cotidiano«.

Sentido común es la referencia de Tamames al suicidio demográfico, recordando que no se llega a la tasa de reemplazo generacional:  «No nos damos cuenta de lo que significa tener una tasa de fecundidad de 1.19 hijos por mujer. Hace mucho que no llegamos a la tasa de reemplazo de 2.1 hijos por mujer. Somos un pueblo decadente«.

Sentido común es denunciar el desmadre generalizado del gasto público en función de propósitos electorales, «España es la única economía grande que aún no ha alcanzado los niveles de PIB per cápita anteriores a la pandemia. Países como Lituania, Estonia, Eslovenia… han sobrepasado a España en PIB per cápita. Nuestra deuda pública equivale a un 115% del PIB. Es un peligro grave y una situación nunca vista. Tenemos una industria en declive. En 2021, la industria representa un 15% del PIB; en 1970 representaba un 30%”.

Sentido común es preocuparse por el empleo y buscar fórmulas de generación de trabajo y riqueza. «Han incrementado Vds. [PP y PSOE] el salario mínimo un 64% desde 2016, mientras la productividad caía un 3’6%. Se sube el salario mínimo irreflexivamente, sin contar con los empresarios, sobre los que recaen nuevos costes de competitividad«. Los datos de desempleo son constantemente manipulados, y solo es necesario computar las horas de trabajo determinadas estadísticamente, para constatar la pérdida de productividad y competitividad: «Nuestra tasa de paro dobla a la media de la UE. Los fijos discontinuos son parados encubiertos y financiados«.

Sentido común es recordar que sin propiedad privada no existe la libertad: «En 2021 hubo una media de 46 ocupaciones de viviendas por día. 4875 sólo en Barcelona. Los servicios del Estado y municipales se muestran inútiles para acabar con esta lacra«. También desaparece la libertad, cuando se elimina la opinión independiente y el espíritu crítico, «La memoria democrática falta a la verdad y se basa en el partidismo. En una guerra civil no hay un lado bueno y otro malo. En la nuestra se cometieron atrocidades en ambos. Vds. ahora tratan de limitarlas prácticamente a uno de ellos«. Y por último, qué decir de un país, de una nación, con un idioma extendido por todo el planeta, donde no solo no se fomenta, sino que se prohíbe, utilizar el propio idioma: «Nuestra lengua, hablada por 600 millones en todo el mundo, no puede ser usada en las escuelas de parte de España. Eso me indigna«.

Con tantos ejemplos a lo mejor es el sentido común el que está aquí censurado.

Luis Nantón Díaz