Históricamente la relevancia de los validos, de los verdaderos y auténticos gobernantes, es incuestionable, y de una crucial significación en el desarrollo de los acontecimientos. Semblantes tan conocidos como Mazarino o Richelieu, o los más cercanos Duque de Lerma o el Conde Duque de Olivares, determinan que el poder no siempre lo ejerce el que sale en la fotografía, o en estas últimas referencias, en el magistral lienzo de rigor.

Acabo de terminar un controvertido libro del periodista Toni Bolaños, sobre el último estratega, con contrastada carta de nobleza y pedigree de valido: Ivan Redondo. Un poderoso, hábil y profesional valido del siglo XXI. Con menos de 40 años, Redondo acaparó las competencias del anterior mandato, el de la legislatura de la moción de censura –secretario del Consejo de Seguridad Nacional y director del Comité de Dirección, la secretaría general de Presidencia, la Dirección General de Asuntos Económicos, el Departamento de Seguridad Nacional y las diferentes unidades de análisis. No sé hasta que punto estaría conectado con otro hábil profesional, de la factoría de Moncloa como el Presidente del CIS, el incombustible Tezanos y sus rocambolescas encuestas. Ya sabemos que estas herramientas electorales no sirven para discernir sobre las orientaciones de voto de los ciudadanos, sino para condicionarlas.

No resulta adecuado hablar de política en términos morales. En estos, y en otros tiempos, resulta esperpéntico creerse el garante de la moral y juzgar al resto con tu vara de medir, con esa plantilla que superponemos a la realidad para interpretarla. Un esperpento, por cierto, bastante peligroso, porque si perdemos los códigos de la política y de la ley para adoptar los esquemas puritanos, acabaremos viendo vacas volando. Y solo se trata de gestionar competencias. Gestionar y evaluar competencias.

Es el propio Ivan Redondo quien te explica que la política tradicional hace varias décadas que sencillamente se desvaneció. Mucho antes habían desaparecido las ideologías, las clases, los programas políticos, y por supuesto los líderes. Ahora todo es marketing, gestión de datos y tendencias. Diferencias exiguas, casi inexistentes entre esas estructuras de poder, que se alimentan a sí mismas, que llamamos partidos políticos. No se busca la excelencia, sino la subordinación. No hay metas de carácter nacional o a largo plazo, el bien común, solo pequeños e inmediatos objetivos, pactando con quien haga falta, cueste lo que cueste para mantenerse en el partido. Es más similar al rumbo de una empresa, sujeta a las leyes del mercado, para maximizar el beneficio y continuar en el sector. De eso sabe mucho, un hábil profesional como el Sr. Redondo.

Este moderno Rasputin de origen vasco ha trabajado para diferentes partidos, y en casi todos con éxito. No percibo tendencias ideológicas, eso no le sirve, de hecho no trabaja para los partidos, sino para determinadas figuras, a los que convierte exitosamente en un producto muy comercializable, creíble…casi fascinante. Esto explica que su Sanchidad se mantiene inasequible al desaliento tras ser declarado ilegal su primer estado de alarma, posiblemente sonrió algo cuando el Constitucional también declaró ilegal el segundo, sobre todo recordando al ilusorio comité de expertos que nunca existió. Posiblemente el inquilino de Moncloa tenga sueños eróticos pensando en cómo se la ha colado a los Reinos de Taifas. Perdón, a las soberbias e inoperativas comunidades autónomas, con los informes sobre las desescaladas, que debían archivarse junto a la planimetría de la Isla de San Borondón.

Sabe que tragamos con todo, y profesionales como Ivan Redondo se lo demuestran matemáticamente. Ya está terminando el año, y nos la ha colado nuevamente con la factura de la electricidad. No es que estos sean muy hábiles, es que posiblemente nosotros seamos muy tontos, muy necios. Nunca pasa nada pero no nos quejemos.

Tampoco es una coyuntura muy meritoria. Por un lado la oposición a su Sanchidad, y el curioso sanedrín que lo apoya y mantiene, aunque a un coste brutal para el futuro de España. Hay oposición porque hay gente que antes de votar a los de siempre, optarían por Homer Simpson. El Sr. Casado debería ser consciente de que él no lidera el PP, sino la alternativa a Sanchez.

Qué decir del aglomerado de grupos y partidos que apoyan al gran timonel. Ya se lo dicen todo ellos, que no paran de vomitar en twitter cada hora. Los progres son en la actualidad un tenue espejismo de libertad, exactamente igual que cuando vas al supermercado y ves cinco marcas de cerveza, pero todas del mismo fabricante.

Una última pero muy relevante muestra la tenemos en las declaraciones de la ministra Yolanda Díaz «las decisiones que toman los accionistas de una empresa no tienen nada que ver con la producción y la economía real, sino con la obtención de beneficios, causando desastres en el mundo del trabajo y de los derechos de los trabajadores». ¿Dónde se ha preparado esta gente, dónde han estudiado? En esta clase política hay protagonistas que no han leído un libro nunca, o lo que es mucho más peligroso para la ciudadanía, solo han leído un libro. Que una vicepresidenta del Gobierno de España contraponga ‘producción’ y ‘economía real’ a ‘obtención de beneficios’ ya nos da una idea de lo que hay dentro de su agenda: pobreza y poca luz. Al parecer tenemos un gobierno contrario a los beneficios, y, por lo tanto, de los trabajadores. Y no queda realmente claro si lo que propone es terminar con las empresas o con los beneficios.

Hay un tema que nuestra administración, y sobre todo las autonómicas, siempre olvidan, si es que tuvieron conciencia de ello en algún momento, y es el axioma de que si una empresa no es rentable no es sostenible y si no es sostenible es cuestión de tiempo que no haya empresa y, por lo tanto, que no haya trabajadores. Y sin trabajadores, resulta imposible defender los derechos de los trabajadores, que existen en tanto que hay empresas y empresarios. La historia demuestra que para el comunismo los trabajadores son simplemente un recurso, pero al menos a los socialistas les debería interesar que las compañías obtengan beneficios porque es la principal fuente de financiación del Estado ¿Ese día no vinieron a clase? 

Luis Nantón Díaz