De siempre me han apasionado los relatos y vivencias de tantos que arriesgaron su vida y haciendas para descubrir parajes desconocidos, o que se enfrascaron en duras jornadas de ardua investigación, con el ánimo de desvelar avances tecnológicos, médicos y científicos, mejoras para una sociedad siempre necesitada de ellos.

Estos seres, estas mujeres y hombres que dedican su vida al estudio, a la observación, intuyo que deben de tener una madera especial, un férreo talante que les impulsa siempre a continuar frente a los fracasos, los vacíos, la ignorancia o sencillamente la mala suerte. Siempre tengo presente a mi gran amigo de Madrid Jesús Sanz Arapiles, prolífico investigador, auténtico Quijote, con una desbordante vida volcada hacia los demás, pero siempre objetivo de las frustraciones de quienes, con mucha menor capacidad, tenían mayores habilidades para deambular por los lodazales de nuestra competitiva sociedad. Tuve la fortuna de colaborar con Sanz Arapiles en su proyecto AEROBUS, donde combinando la tecnología de los ascensores, y de los teleféricos, patentó un vehículo de cercanías, sobre todo vinculado a la conexión de ciudades con sus aeropuertos. Finalmente, y pese a tener patente europea y desarrollo a escala con la Universidad de Navarra, los chinos se adelantaron. Tiene varios ejemplos, de una creatividad desbordante, que si se hubieran gestado en un país que promueva la iniciativa y cuide y desarrolle el talento nacional, hubieran sido éxitos internacionales. Todavía me acuerdo, intentando donar a la Federación Rusa, el desarrollo de un gigantesco helicóptero de cuatro rotores, especialmente capacitado para la extinción de incendios.

Años después he tenido la inmensa fortuna de tomar contacto con otro joven y brillante ingeniero, con otro ilusionante proyecto, con otra indudable apuesta de futuro, de las que vuelven a retomar la confianza en las capacidades de nuestra sociedad. Con financiación propia y propiciado por la asociación “Oceanic & Marine Engineering Student Association”, tenemos un equipo multidisciplinar de 10 personas que llevan años desarrollando un dron marino propulsado a vela. Uno de sus principales promotores, embarcado en esta iniciativa desde el diseño inicial, el ingeniero naval Boris Carballo, me explicaba el otro día que el proyecto está en fase de pruebas. El equipo ha desarrollado ya un prototipo a vela —un modelo trimarán a escala 1:2 de 2,5 metros de eslora— en el edificio de los Talleres Tecnológicos del campus de Ferrol, que en breve prevén someter a pruebas de navegación. Y actualmente trabajan en otro modelo motorizado, así como en la creación de una sociedad para captar financiación con vistas a materializar su proyecto.

Nereo es este apasionante proyecto, de clara proyección internacional, una iniciativa emprendedora para fabricar y desarrollar drones marinos autónomos con numerosas y polivalentes aplicaciones, como el análisis «in situ» de la calidad del agua o el mapeo de los lechos submarinos. «Estos drones se podrían utilizar para llevar a cabo muchos de los trabajos que actualmente desarrollan los buques oceanográficos, pero con un coste mucho menor», destacaba Carballo hace unos días. Estos últimos cuatro años han sido decisivos y mientras no han parado de trabajar para impulsar a NEREO y sus drones marinos autónomos, en simultáneo han continuado buscando apoyos en el campo universitario, y ahora en el mundo de la empresa. Este equipo multidisciplinar de seis ingenieros navales y otros colaboradores de distintas áreas de la ingeniería, comunicación e informática continúan avanzando aceleradamente en prototipos más avanzados y autónomos.

Tuve la oportunidad de saber de nuestro paisano Boris Carballo por referencias directas, y paso a paso, él y su equipo están demostrando lo que puede generar una apuesta tan decidida. El proyecto NEREO, nuestro brillante protagonista, tiene origen en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, y debemos retroceder al ejercicio 2017, en el que tres estudiantes que estaban rematando su carrera inician esta singladura: Jaouad Ezzannouny, Jesús Artal y nuestro amigo Boris Carballo, tres estudiantes de nuestra Universidad de Las Palmas, que empezaron a trabajar en el diseño de un dron marino propulsado a vela, auspiciados por el profesor asociado Tanausú Almeida Medina. Con la carrera ya terminada, los tres ingenieros se trasladaron a Galicia para cursar el máster de Ingeniería Naval en la Politécnica Superior de Esteiro, donde el proyecto no solo siguió creciendo gracias al apoyo de varios profesores, sino que también sumó nuevas cabezas pensantes: las de Jaume Timoner, Pablo Valencia, Carlos Navarro, David Pérez y Carlos de Troya.  Un equipo ganador para un proyecto estrella.

Con NEREO promueven el diseño modular, lo que permitirá que cada uno de sus componentes sea intercambiable, pudiéndose adaptar así a las condiciones de navegación que existan en cada momento. El joven equipo ha iniciado ya el proceso de verificación del funcionamiento del sistema de navegación, que en un primer nivel incluye pruebas en el Canal de experiencia para a continuación probarlo en aguas interiores y posteriormente ya en exteriores, con navegaciones por la costa peninsular, otra hasta Canarias y finalmente una ya trasatlántica. Y es que el dron marino está pensado, explican sus creadores, para ser capaz de abordar largas navegaciones, como puede ser la vuelta al mundo. De forma paralela a la construcción del modelo a vela, el grupo se encuentra además en la fase inicial del patrón del modelo motorizado, optando en este caso por un catamarán de tres metros de eslora y dos de manga, que contará con propulsión eléctrica mediante cuatro pods que permitirán un nivel de posicionamiento dinámico suficiente para las diversas tareas a desempeñar. Seguro que pronto tendremos sus primeras materializaciones en las atlánticas aguas de nuestra comunidad.

La rivalidad sirve para mejorar, pero sobre todo sirve para forjar una identidad, un orgullo de pertenencia. Eso es lo que estructura un verdadero equipo de investigación, sea en Galicia o en Canarias. Todos los focos de investigación nos necesitamos, porque nos mejoramos. Que un proyecto como NEREO tome forma es la mayor motivación para que otros germinen y se desarrollen. Esto es lo que significa generar talento y apoyar la investigación, sobre todo si evitamos que a nuestros más prometedores creadores no les quede otra que irse al extranjero.

Luis Nantón Díaz