En multitud de ocasiones he escuchado que la talla de un hombre puede obtenerse por el número de sus enemigos. Personalmente me parece más acertado pensar que el nivel lo determina la calidad y atributos de sus detractores. Pero hasta en esto, se nota de forma clarísima, que nos encontramos inmersos en el reino de la cantidad, en el axioma del simple y llano número.

Necesaria reflexión al citar a un hombre tan controvertido e indómito como el General Millán-Astray. Hoy es una de nuestras referencias, porque hablamos de lealtad, de fidelidad a las ideas y a una particular concepción del mundo. Citamos al fundador de La Legión Española para poder rendir un necesario homenaje al Subteniente Caballero Legionario D. Juan Parada Leitao Nogeira, conocido por todos nosotros como «El Portu», un entusiasta hombre de milicia, un hombre que amó a España hasta el final. Utilizamos con orgullo la figura de Millán-Astray, como intérprete del código de honor japonés, del Bushido, como fuente inspiradora de nuestro “Portu” dado que es, fue y será un hombre que vino para servir.

La trastocada percepción de los ejércitos, y la Legión en particular, son una contradicción con la visión predominante en nuestros días, en múltiples aspectos saturada de ajenos intereses y un anestesiante e hipócrita “buenismo”. Una filosofía de sacrificio se concilia difícilmente desde prismas individualistas que pretenden reducir la totalidad de la vida al consumo, a los placeres individuales y las acciones de fácil e inmediata digestión.

La Legión es el resultado de la visión de un hombre excepcional, y las circunstancias de un momento, con el ejemplo de la Legión Extranjera y el código de honor de los guerreros japoneses. Se forjó en el calor del desierto, probando también el frío de la estepa rusa, alimentada con el sacrificio de la sangre de hombres anónimos y de oscuro pasado, que dejaron su suerte al azar y encontraron redención como caballeros legionarios. Como todo lo que es orgánico, todo lo que nace y vive en este mundo, la Legión se ha transformado desde que se alistara el primer voluntario aquel lejano 20 de septiembre de 1920.

Ese primer legionario fue un hombre especial, como Juan Parada Leitao. En África estuvo en Marruecos en el 57, en Sidi Ifni en el 69 y en el Sahara en el 76. Le acabamos de despedir en posesión de las medallas de 25 años y 30 años de permanencia, Cruz al Mérito militar de 4ª clase, Medalla, Placa y Cruz de San Hermenegildo…y sobre todo la lealtad de muchísimos compañeros que desde siempre le hemos tributado una sincera amistad.

La Legión ha cambiado. Lo diremos nosotros puesto que jamás lo diría, o no debiera decirlo, un legionario en activo; pero su espíritu de servicio no se ha visto alterado, para nada. Ya es casi imposible encontrar una biografía legionaria como la de nuestro “Portu”, y estamos hablando de más de 30 años de duro e infatigable servicio en el tercio. En 1955 ingresó en la Legión en Madrid en el II Tercio, en el año 1963 cabo en Sidi Ifni en la XIII Bandera y para 1973 asciende a cabo 1º, en la 1ª Bandera del Primer Tercio. Ya en la 8ª bandera de la séptima Compañía gana los galones de sargento para el ejercicio 1976. Tres años más tarde asciende a Sargento Primero y en 1980 al empleo de Brigada, y toda esta andadura, en su totalidad, en la Legión Española. No es el mismo camino, ni supone las mismas cuestas. También resulta muy meritoria toda su constante contribución a la Fundación “Tercio de Extranjeros”, sobre todo en su Delegación de Las Palmas de Gran Canaria. A lo augusto, por lo angosto. Sin duda.

La Legión se ha visto obligada a cambiar. Ha acometido cambios necesarios para superar el velado odio y la supina incomprensión de demagogos que despreciaban su historia, tanto como le dan la espalda a la historia de nuestra nación, seguramente por desconocimiento o mala fe. Mientras haya legionarios, y esté vivo su ejemplo y memoria, habrá legión. Como pronosticó el Tte. Coronel Valenzuela: “Nuestra raza no ha muerto aún”. A la postre, como dijera Spengler, es siempre un pelotón de soldados quien salva la civilización y la inabarcable realidad se escapa a las predicciones y a los esquemas de la modernidad. Las formas se imponen, por un lado, mientras que, por otro lado, el espíritu impera invisible e indiferente sobre lo contingente. Juan Parada Leitao, “El Portu” es el último e inolvidable ejemplo de que las formas cambian, pero el espíritu permanece.

Nuestro amigo, nuestro camarada, era un hombre sencillo, pero también un hombre cabal. Le caracterizaba la fina inteligencia de quien se ha jugado el pellejo, y el de los suyos, en infinidad de ocasiones. Pero si algo le caracterizaba, junto con una desproporcionada vocación de servicio, es su sentido de la fidelidad. Y posiblemente la fidelidad, la lealtad a un sistema de valores, sea el principal carisma que pueda llevarse un hombre al final del camino. Escribo y dedico estas líneas con sentida y sincera emoción, rememorando sus consejos, sus conversaciones, sus recuerdos…mucho trecho, una andadura muy especial y un carácter generoso y sin igual. Qué mejor homenaje que intentar seguir su ejemplo recordando, vivificando solo tres de las consignas, de esta epifanía de la lealtad que es el credo legionario:

El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde.

La Bandera de La Legión será la más gloriosa porque la teñirá la sangre de sus legionarios.

El espíritu de unión y socorro: A la voz de “A mí la Legión”, sea donde sea, acudirán todos, y con razón o sin ella defenderán al legionario que pide auxilio

En este obligado “hasta luego”, los que nos quedamos, los que te tenemos presente, entonamos una vez más, junto contigo y por ti, la emocionada estrofa marcial: “Soy un hombre a quien la suerte hirió con zarpa de fiera, soy un novio de la muerte, que va a unirse en lazo fuerte, con tan leal compañera”.

Luis Nantón Diaz

 

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