INDEPENDENCIA

No se preocupen, gracias a la lectura y estudio de líderes históricos como Sabino Arana, Luis Companys o nuestro paisano Secundino Delgado, tengo muy claro sobre qué parámetros nacionales se puede invocar, luchar o proclamar la independencia. De quién, para qué y hacia dónde, ya que, en muchos casos, ha sido demasiado arroz para tan poco pollo, pero hoy toca hablar de la independencia tecnológica y energética.

Con el expolio abrumador de la factura eléctrica, que lastra economías familiares, ayuda a hundir a más empresas y menoscaba brutalmente la ya muy tocada competitividad del tejido empresarial español, se refleja muy claramente nuestra absoluta dependencia del exterior. Lo más patético es que mientras apostamos por las energías renovables, nos obligamos a adquirir los suministros que denostamos, como si fuéramos una potencia económica. Depender del gas argelino o de las centrales nucleares francesas, nos hace totalmente vulnerables a terceros, tanto otros estados, como grandes consorcios internacionales.

Nuestra capacidad para competir en el exterior, con empresas que no tienen que hacer frente a estos costes ecológicos, y sus voraces impuestos, va disminuyendo exponencialmente, lo que deteriora a las empresas españolas y también aumenta nuestra peligrosa dependencia del exterior. Hablar de soberanía nacional, cuando dependes de organismos supranacionales, o de los suministros de terceros, resulta sumamente gracioso.

Exactamente lo mismo ocurre con la independencia tecnológica, más aún en una economía globalizada, donde las consecuencias de movimientos económicos en cualquier punto del planeta afectan sin ambages, en el otro hemisferio. Lo vemos ahora mismo con las repercusiones del gigante chino de la promoción inmobiliaria EVERGRANDE. Muy sintomático que el falso filántropo George Soros, experto en todo tipo de especulaciones y siempre sediento de gangas, arremetiera contra la economía china por un exceso de intervencionismo. Ahora, sin sonrojarse, este veterano acaparador es nuevamente un defensor del libre comercio, cuando lleva negociando desde hace décadas con el Partido Comunista Chino y su extraordinaria mole capitalista. ¡Menudo engendro y menuda cara! 

Con independencia de que esta crisis de la delirante y expansiva economía china es «sintomática» de problemas más amplios en el mayor mercado emergente del mundo, recientemente Bloomberg publicó que Soros Fund Management había transferido una cartera valorada en al menos 318 millones de dólares, siendo adquirida en marzo durante el colapso de Archegos Capital Management. Soros vendió por cerca de 80 millones de dólares su participación en Baidu, el Google asiático, y también se desprendió de cuarenta y siete millones en Vipshop, una firma de comercio electrónico con sede en China. Ambas compañías cotizan en la bolsa de Nueva York, y ambas se desplomaron hace una semana, mientras se fraguaba un duro enfrentamiento, que no sé qué tiene de teatral, entre Blackrock,  el mayor fondo de inversiones del planeta y el Sr. Soros.

Mientras toda la economía mundial está en franca tensión, con las incomprensibles limitaciones impuestas por la plandemia, vemos como semana a semana aumentan los costes de suministros, transporte y logística. No veo que nuestro gobierno esté preocupado por esta tesitura, dado que indudablemente debe ser culpa de Franco. Ahora, resulta increíble que diferentes plantas de automoción en España hayan cerrado parcialmente por una crisis de semiconductores. Desde octubre del año pasado conocíamos que los precios de los chips se incrementarían en más de un 30%. En estos momentos China (y en menor medida, Corea del Sur y Taiwán), acaparan prácticamente toda la oferta mundial. 

¿Alguien concibe un mundo sin microinformática? ¿Podemos concebir la vida moderna sin chips? ¿Somos conscientes de que los chips están presentes en cualquier actividad que desarrollemos? De media un automóvil conlleva unos 1500 componentes electrónicos. ¿Tenemos que hablar del sector de las telecomunicaciones o de la informática? Entonces, ¿cómo es que el sector de la producción de chips no ha sido considerado como “estratégico” y, por tanto, estimulado por los Estados Europeos? Dejen de darle tanto rollo a la resiliencia y a unos coches eléctricos que no vamos a poder fabricar por falta de semiconductores. Estamos dirigidos, por aquellos a los que hemos votado: es decir, por ambiciosos ignorantes, sin la más mínima capacidad, ni siquiera interés, por prever el futuro. Solo importa la imagen y las próximas elecciones.

Es penoso que el gigante americano INTEL, apenas supone hoy un 10% del mercado mundial y no será más de un 5% dentro de 36 meses. Porque lo que ha acontecido es que, la sociedad tecnológica que radicalmente altera la superficie de nuestro planeta en esta década requiere muchos más chips, cada vez más, de los que la industria puede suministrar en estos momentos.  Retornando al sector automovilístico, Compañías como Stellantis, Seat, Ford o Mercedes se han visto obligadas a posponer la actividad en sus fábricas españolas ante la total carencia de determinados componentes electrónicos imprescindibles para el ensamblaje de los vehículos. Según han confirmado a la agencia EFE fuentes de la asociación de fabricantes de automóviles ANFAC, en los primeros siete meses de este año, las matriculaciones cayeron un 18% frente al mismo mes de 2020 y un 33% respecto al ejercicio 2019. La patronal también afirma que la escasez de semiconductores provocará que al cierre de 2021 las matriculaciones sean un 25% inferiores a las registradas en 2019, antes de la crisis sanitaria.

Ocurre que hemos entregado el poder a un grupo de ambiciosos y aventureros sin escrúpulos, eternos perseguidores de votos a cualquier precio o mentira, siempre guiados por la certeza de que los grandes lucros se realizan a la sombra del Estado. Mientras las clases medias, las que tienen mayor preparación para alterar estos desequilibrios políticos, se encuentran bloqueadas en una lucha por su propia subsistencia. Mientras gobiernos nacionales y autonómicos, cada día en mayor deriva, permiten el peligroso juego de que las industrias nacionales, adquieran chips y semiconductores a gobiernos extranjeros, en un momento en el que todas las actividades humanas, absolutamente todas, dependen de la informática. Ahora que vuelvan a explicarme lo de la independencia…