La Organización Mundial de la Salud (OMS) es un organismo teóricamente dependiente de las Naciones Unidas, fundado en 1948. Esta organización mantiene un historial extremadamente cuestionable de compromiso con la poderosa industria farmacéutica. Actualmente las cuotas de los países miembros sólo cubren el 17% de su presupuesto mientras que el 83% proviene de donaciones privadas. Los mayores donantes son EEUU, Alemania, la Comisión Europea y la Fundación Bill & Melinda Gates.

Desde que el presidente del Foro Económico Mundial de Davos calificara la pandemia de oportunidad para imponer su totalitario gran reseteo, están intensificando su estrategia de poder. En mayo la OMS celebrará su 77ª Asamblea, donde pretenden modificar el Reglamento Sanitario Internacional (RSI) y aprobar un Tratado de Pandemias para formalizar una funcional dictadura sanitaria. Evitando cualquier debate público, por la brutal repercusión que tendría el tratado en la salud, la economía y la libertad de los ciudadanos, las negociaciones se están ejecutando con el máximo sigilo. 

Ya estamos domesticados, perdón, quería decir acostumbrados, al enorme poder que amasan y ejercen burócratas de organizaciones de dudosa independencia, a quien nadie ha votado. Este perverso sistema tendría su cenit en el poder que aglutinaría el director de la OMS. Hablamos de la facultad de declarar una pandemia, con los ajustes que estime necesarios e imponer medidas tan coercitivas como las que sufrimos en el 2020. Hablamos nuevamente de beneficios para los de siempre, pero sobre todo de una concentración de poder de magnitudes siderales.

El cambio propiciado por la OMS es sencillamente brutal y las herramientas que están utilizando son la modificación del Reglamento Sanitario Internacional del 2005 y el nuevo Tratado de Pandemias, disponible en su web desde febrero de 2023. Ya ha sido modificado en marzo de este año, por un nuevo documento, pero donde están “centrando la mira” es con el RSI que solo requiere de mayoría simple para su aprobación. El Reglamento Sanitario Internacional vigente se limita a sugerir recomendaciones no vinculantes y ahora pretenden que sean de obligado cumplimiento para los Estados miembros.

De lo que se trata es de incrementar las cuotas de poder y de intervencionismo de entidades supranacionales, a quienes nadie ha elegido, excluyendo a los diferentes parlamentos nacionales, con diversas excusas y estrategias. Su objetivo no es suplantar a las democracias, sino superponerse a ellas. De este modo, los ciudadanos se contentan con una apariencia de democracia. Llevan años experimentando con la Unión Europea, en la que el electo Parlamento Europeo parlotea de forma cansina mientras quien toma todas las decisiones es la Comisión siempre sometida a intereses de terceros, ajenos al bien común.

Los cambios que quieren imponer se basan en estos cinco puntos: En primer lugar se realiza una injustificada e inadmisible transmisión de soberanía en materia sanitaria; el Director General de la OMS tiene la potestad de declarar situaciones de emergencia y determinar la duración de las mismas. De igual manera que nuestro sátrapa nacional esgrime el lema de ¿de quién depende la fiscalía?, tendremos el nuevo lema planetario: ¿de quién depende el director general de la OMS? En segundo lugar se reemplaza el término pandemia, vinculada a un patógeno concreto, por «situación pandémica». Se impone el mantra One Health con el fin de monitorizar continuamente las potenciales amenazas que, según estos iluminados, vendrán por el cambio climático. Cuando nos queramos dar cuenta, restringirán nuestra libertad de movimientos por las emisiones de CO2 o porque Greta tenga un catarro. En tercer lugar las recomendaciones de la OMS pasan a ser vinculantes, no son consejos sino instrucciones de obligado cumplimiento. Los Estados aceptan a la OMS como autoridad frente a las emergencias sanitarias y ya sabemos lo que supuso eso en nuestra reciente experiencia: vacunación obligatoria, medidas epidemiológicamente estériles y socialmente devastadoras. En cuarto lugar la OMS propone eliminar la protección de los derechos humanos del artículo 3 del RSI. Para ello se centra en los factores que provocan el rechazo de las restricciones de la política sanitaria, la pérdida de confianza en la ciencia, las instituciones o las vacunas. Un Ministerio de la Verdad, como los que aparecen en las distopías totalitarias de ficción. Por último se suprimen los mecanismos de control del poder de la OMS: ni los Estados ni los Tribunales tendrán facultades para revisar o controlar las decisiones del Director General de la OMS, ni en cuanto a la declaración de situación de emergencia ni a la duración de la misma. Está consagrado en la constitución de la OMS que la organización goza de inmunidad frente a los estados integrantes de la organización.

En esta misma línea, la Fundación Gates y el Foro Económico Mundial tratan de convencernos de las bondades de la implantación de las identidades y las monedas digitales a nivel mundial. El foro de Davos va más allá, vendiéndonos un montón de ilusorias y muy accesorias utilidades cibernéticas, para obtener una completa monitorización de nuestras acciones: lo que comemos, lo que leemos, lo que escribimos, lo que compramos, a dónde vamos de vacaciones, la música que escuchamos, con quién nos relacionamos… Cada día que pasa resulta evidente que su gran objetivo, lo que realmente les entusiasma a estos drogadictos del poder es un sistema de crédito social como en China. Una especie de carnet de puntos que ganas o pierdes según tu comportamiento social, definido de forma unilateral; tu historial financiero (pago de préstamos, uso de tarjetas de crédito) tu actividad en las redes sociales (contenido, frecuencia de las publicaciones, seguidores) o tus relaciones personales y las calificaciones crediticias de amigos y familiares. Cuantos más puntos más beneficios, pero una baja calificación puede significar una sanción o limitar el acceso a visados de viaje, a la educación o a la sanidad. Da miedo, ¿verdad? 

A pesar de todo lo que les he contado, parece que no está ocurriendo nada. Estas líneas incitan al lector a pensar que son absurdas disquisiciones conspiranoicas, un anestesiante recurso, pero los hechos están ahí. Se pueden verificar y comprobar; desde aquí les invito a que lo hagan. Pretenden implantar una dictadura que suponga un enriquecimiento ilícito para unos pocos y un control tiránico para el resto de nosotros. No deja de ser un silencioso golpe de estado, donde se usurpa la soberanía nacional, para cederla a unos funcionarios elegidos a dedo por las élites globalistas y a quienes el bien de la sociedad no les importa.

Luis Nantón Díaz