Esta semana su Sanchidad, el presidente del Gobierno ha “renunciado” a presentar los Presupuestos Generales del Estado del 2024 tras el inesperado adelanto electoral en Cataluña. La aprobación de los presupuestos anuales es una obligación legal, pero le importa un pimiento, dado que sabe que no conseguiría aprobarla en el parlamento. La “señaladora oficial” del Reino, cual pasionaria, la ministro María Jesús Montero, entre veladas amenazas con la Agencia Tributaria, zanjó la cuestión con idénticos y rápidos argumentos. Estos no pierden ni a las chapas, siempre pierde el país. Así que nos queda sufrir mercadeos sin límite.

La verdad es que da lo mismo. Lo ideal sería no tener presupuestos, ni leyes, ni nada que salga de esta fábrica de desastres, incoherencias y mamarrachadas con que nos regalan nuestros políticos de siempre. Los que llevan 40 años gobernando sin rumbo y cuyos resultados menoscaban progresivamente nuestro nivel de vida. Menos mal que ya se les acabó el cuento de la transición, periodo más prolongado que el lejano neolítico.

¿Presupuestos? ¿Cómo se presupuesta la caída en picado de una nación? El equipo de su Sanchidad plantea esta indispensable planificación y estrategia económica, como una partida de póker. Todo son discursos altisonantes, cifras vacías y datos trastocados. Todo muy lejos de la calle, donde tienes sensibilidad sobre la producción, el empleo, las oportunidades de negocio. Es menester analizar con objetividad, apoyarse en informes de diferentes expertos económicos, no guiarse por uno solo, intentar compendiar, intentar comprender…

Una fuente inspiradora, para este servidor, es el Instituto Juan de Mariana que publica el Indicador de Gestión Económica (IGE), midiendo el desarrollo de los 27 países miembros de la Unión Europea durante el último lustro. El IGE evalúa el desempeño de las veintisiete economías de la Unión Europea a partir de cinco categorías de estudio: PIB, empleo, presión fiscal, poder adquisitivo y deuda pública. Les invito a leer el informe, aunque las cifras nos llenen de vergüenza.

No para de disminuir nuestra cifra de autónomos, inagotable y castigada fuerza económica, al igual que un sector imprescindible para el empleo en nuestro país: el pequeño comercio. En el último lustro los autónomos dedicados al comercio al por menor han caído, en 34.000 —unos 750 cierres al mes, 25 al día— y se situó al cerrar enero en el mínimo histórico de 476.000. ¿Hay algo en los presupuestos para apoyar a nuestro verdadero motor económico?

La presión fiscal se incrementó en casi 3 puntos entre 2019 y 2023, pasando del 35,4% al 38,3% del PIB. Nuestro país ocupa el segundo lugar en voracidad fiscal de toda Europa, un conjunto de naciones donde la mayoría ha apostado por bajar impuestos para fomentar el crecimiento. Hablamos de un verdadero estallido fiscal.

Ateniéndonos al PIB  la evolución media de la producción española ofrece un leve aumento de 3,3 puntos. Esto nos posiciona en el número 22 del ranking europeo, con una evolución del PIB que se sitúa más de un 40% por debajo de la media europea, que arroja un aumento de 5,6 puntos. Han leído correctamente, más de un 40% de diferencial en relación con nuestro entorno.

El índice de quiebras según Eurostat ha crecido un 91% desde que su Sanchidad arrebató el poder gracias a una moción de censura. La Cifra de Negocios empresarial cae un 5,9% y la cifra de negocios del Sector Industrial ha caído 18 meses de forma consecutiva. Tampoco es desdeñable que la formalización de hipotecas lleva 10 meses seguidos bajando y acumula una reducción cercana al 19%. Otro récord de las eco resilientes marionetas de la Agenda 2030.

En las cifras de desempleo es dónde encontramos un mayor nivel de mentiras, apaños y dislates. La incierta reducción del desempleo está construida en el absurdo de los fijos discontinuos. Todos los indicadores de coyuntura que tenemos nos dicen que la economía española no va bien, hasta la Agencia Tributaria reconoce que el IVA solo crece hasta noviembre un 0,8% cuando, según el INE, el PIB nominal crece un 8,5% y, por lo tanto, la recaudación debería de aumentar en la misma proporción.

Con ir a una gasolinera o a una tienda de alimentación es más que suficiente, pero matemáticamente resulta que la renta per cápita en paridad de poder adquisitivo cae un -5,5% del 2020 hasta ahora. Este desplome explica por qué la brecha de renta que separa a España del promedio comunitario ha crecido de 9 a 14 puntos porcentuales. Es decir, cada año tenemos menor poder adquisitivo, tenemos menos capacidad de elección.

A nivel europeo el peso de la deuda pública sobre el PIB aumenta moderadamente, con una subida de 3,3 puntos entre 2019 y 2023. En cambio, en España se observa un repunte del 11 % que triplica la media comunitaria. En 2023, la deuda pública subió a un ritmo de 165 millones al día. De hecho, a lo largo del mandato de Pedro Sánchez, por cada 1 euro de aumento del PIB se han emitido 2 euros de deuda pública. Y nuestro gran timonel generando más deuda para no crear absolutamente nada.

En líneas generales, y en parámetros económicos,  la gestión de Sánchez ha tenido un coste de oportunidad cercano a los 170.000 millones de euros. El IGE del Instituto Juan de Mariana presenta esta cifra al considerar el desempeño negativo en el PIB (31.000 millones), la presión fiscal (aumento de 38.000 millones), la renta per cápita (1.100 euros menos por persona, 2.200 euros menos por familia) y el crecimiento de la deuda pública (101.000 millones). Esos 170.000 millones se traducen en un empobrecimiento equivalente a 3.500 euros por persona. Sin comerlo, ni beberlo.

En resumen, para los que se fijan poco en las gasolineras, en los locales que cierran  o en los precios de las tiendas de alimentación el producto interior bruto está estancado, como nuestra clase política. El empleo no mejora una vez se descuenta el maquillaje estadístico, la presión fiscal se ha disparado con fuerza, el poder adquisitivo de los ciudadanos está cada vez más distante de nuestros vecinos europeos y la deuda pública ha crecido de forma terrorífica. Agregando todas las puntuaciones del IGE, estamos un 8 % por debajo de la media comunitaria.

¿Y qué tienen como oposición los okupas de la Moncloa? Nada. Existen pocas cosas más tristes que el discurso de Feijóo y compañía, siempre acomplejados, un partido cuyo único proyecto en este campo es recibir la bendición del progresismo. Cada vez que llegan al gobierno, incluso con mayoría absoluta, traen la misma nada.

Pues eso, que lo importante es la amnistía y que no tenemos presupuestos. Ni presupuestos, ni vergüenza.

Luis Nantón Díaz