Se cumplen ahora 200 años de la intervención del capitán John Cleves Symmes ante el Congreso de los EE. UU, proponiendo organizar una expedición para adentrarse en el interior de la tierra hueca, por una supuesta puerta existente en uno de los polos. Symmes aporto información sobre un mundo subterráneo, iluminado por un sol interior. En 1.947, más de 100 años después, pudiera ser que el Contraalmirante estadounidense Richard Byrd se viera inmerso en similar aventura, y eso que ambas búsquedas no estaban acuciadas por el ultimo invento de la ONU, con su bien retractilada crisis climática y su marketiniana embajadora.

Un elenco de mis más significados autores como H. P. Lovecraft, Robert E. Howard, Arthur Machen, Edgar Allan Poe o Bulwer-Lytton escribieron sobre ese mitico mundo interior, pero nadie de una forma tan magistral como Julio Verne. Toda Francia lloró la desaparición del genial escritor el 24 de marzo de 1905, y en su propia tumba, una de las más simbólicas que se han diseñado nos presenta a un hombre emergiendo de la tierra, trascendiendo, superando…

A medida que Verne va forjando su carrera literaria, la va orientando progresivamente hacia un “hablar en clave”, innegable muestra de su progresiva toma de conciencia. Toda esta senda, al igual que muchos de los increíbles viajes que nos brindó, son fruto de su pertenencia a la sociedad secreta de la Niebla. Escritores de renombre mundial como su intimo amigo Alejandro Dumas, George Sand o Gerard de Nerval compartieron filiación, al igual que artistas de la talla de Delacroix o Poussin. Todos ellos importantes precursores de los cambios sociales e ideológicos que removieron Europa, y, por ende, el mundo. Objetivo: Llegar a “conocer” a Dios, contemplando la naturaleza y sus leyes. Sus aparentes conexiones con los Iluminados de Baviera darían lugar a muchas páginas. Siete son los grados masónicos reconocidos y practicados en el sistema de la Estricta Observancia de los Iluminados, y siete las operaciones alquímicas ligadas a ellos: calcinación, sublimación, putrefacción, disolución, destilación, coagulación y tintura.

Siete también, son las virtudes que deben acompañar a la sabiduría, quedando bien reflejados en los siete emblemas de la Universidad de Salamanca, y que están directamente imbuidos de un texto que “renació” con la sociedad de la Niebla: el famoso “Sueño de Polífilo” publicada por Francisco Colonna en 1499, y que es comentado en varios textos de Verne, uno de ellos Viaje al centro de la Tierra.

Con su acostumbrado argumentario simbólico, Verne utiliza al equipo liderado por el Profesor Lidenbrock, protagonizado por el intrépido Axel y guiados por el valiente Hans, en búsqueda de los pasos de Snorri Sturluson, para darnos a entender otro viaje, una verdadera ruta metafísica. Para interpretar más claramente esta obra tan especial del genio de Nantes, vamos a recurrir a la sigla VITRIOL, utilizada en las cámaras de reflexión de los antiguos misterios: “Visita el Interior de la Tierra y Rectificando Encontraras la Piedra Oculta” (Visita Interiora Terrae Rectificando Invenies Occultum Lapidem).

De aquí dimana una elemental interpretación orientada a la exploración interna de las propias imperfecciones, de manera que al reconocerlas sea posible rectificarlas, corregirlas con el objetivo, de llegar al estado primigenio, representado mediante la piedra oculta. Una vez más la transmutación del plomo en oro, simbolizando la salida de un estado febril hacia un estado luminoso.

Bajo este contenido filosófico, vamos viajando hacia el interior de la tierra, en un proceso de interiorización que con las energías que representan los diferentes protagonistas de la novela, nos permiten disolver las “tinieblas exteriores” del mundo profano.

Al igual que las simbólicas inscripciones rúnicas del relato de Verne, queda reflejado que V.I.T.R.I.O.L. es una actitud ante la existencia, ante la que se logra una armonía y consonancia con el ser, reformando las debilidades y acrecentando las fortalezas del espíritu. Todo para descubrir lo que realmente se ES.

El escritor e investigador José Luis Clemente expone que tres son las etapas de la Gran Obra y, al parecer, se pueden desarrollar del modo septenario siguiente: calcinación, sublimación y putrefacción (obra al negro), disolución y destilación (obra al blanco), coagulación y tintura (obra al rojo). Es el propio Clemente quien determina que son siete las operaciones perfectamente distinguibles en la novela de Julio Verne:

  1. Calcinación: pruebas de los 4 elementos y el descenso al cráter, donde se recibe la luz y la sombra del Scartaris señalando el camino correcto.
  2. Sublimación: descenso por el Sneffels y visión de la estrella.
  3. Putrefacción: recorrido subterráneo, hasta la caída y despertar de Axel.
  4. Disolución: descubrimiento del mar interior y baño de Axel en el mismo. Algunos textos alquímicos llaman a esta operación obra al verde, distinguiéndola de la obra al blanco propiamente dicha. Verne sólo habla de leucosis, pues no usa el color verde ni siquiera cuando describe a la vegetación de aquellos parajes.
  5. Destilación: travesía del mar interior iluminado por la extraña luz blanca. El ictiosaurio y el plesiosaurio representan al dragón del Apocalipsis. En griego, apocalipsis significa revelación, que es lo mismo que esclarecimiento u obra al blanco.
  6. Coagulación: descubrimiento de la continuación del camino al otro lado del mar, y caída de la balsa por la sima.
  7. Tintura: Llegada al centro de la Tierra, que no se verifica en realidad. ¿O sí?

El ancestral símbolo de la Tierra Hueca nos revive que, bajo la superficie de la realidad más inmediata, bajo la aparente realidad de las fuerzas que parecen mover el mundo, existe un universo secreto al que nos aproximamos, cada vez que realizamos un acto que nos sustrae a la vertiginosa corriente de nuestro tiempo. En este sentido, existen multitud de entradas al mundo interior con el que soñaba el capitán Symmes y todas estas puertas estarían “en el Polo Norte” si entendemos éste como territorio simbólico del silencio y de la transcendencia. Por lo tanto, cada vez que desmentimos uno de los dogmas emblemáticos de nuestro sistema, es decir que solo existe lo visible y empíricamente real, que no existe un “dentro” de las cosas ni del hombre, sino sólo su superficie; nos adentramos en el territorio de la Tierra Hueca y entramos en contacto con una nueva lógica para organizar tanto el mundo como nuestra propia vida.

Luis Nantón

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