De siempre, en nuestra tradición grecolatina los muertos representaban una presencia positiva y benefactora que, generalmente a través de los sueños, aconsejaba y acompañaba a los vivos. Desgraciadamente los románticos anglosajones, sin saberlo, consiguieron hacer de ellos unas criaturas espeluznantes; y del más allá, el reino de la oscuridad. Para las familias, el linaje nada tiene que ver con títulos nobiliarios. Linaje es saberte miembro de raíces comunes, es conocer quienes fueron tus ancestros y que fue lo que les ilusionó, y lo que motivó que lucharan y trabajaran tanto. Todo sincero motivo de orgullo, y el día de todos los santos, es una efeméride que promueve la conexión con los que permitieron que nosotros estemos aquí y ahora.

La verdad es que los niños actuales, los jóvenes de estos convulsos tiempos, lo tienen todo mucho más complicado. Antes teníamos claro el género, y ahora desde tan tierna edad los apabullan con un interminable listado de opciones tan alocado, como inverosímil. Mientras obligamos al chiquillerío a ir con bozal desde primaria, para que se vayan acostumbrando a ser dóciles ciudadanos de un estado 2030, también les confundimos con eso de que la muerte del cuerpo y la inmortalidad del alma consiste en un pasatiempo dedicado a asustar, perseguir, matar y comerse a la gente. De ello se han encargado hasta los colegios de monjas, donde se anima a la chavalería a celebrar el día de Todos los Santos con danzas tribales llegadas del otro lado del Atlántico. Esto se cae y no es por la economía.

En muchos sitios, en muchos hogares, poco a poco hemos revivido y fortalecido una tradición canaria que casi había caído en el olvido, la noche de Los Finaos, Con el término Finaos, que en realidad es Finados, en referencia a los difuntos, se rememora en muchos sitios de Canarias, a una fiesta popular que se celebra la víspera de todos los santos, en noviembre. De siempre se compartía una merienda a base de nueces, castañas y almendras, acompañadas de vino dulce o anís y ron miel. Se rememoraba a los ancestros, a tu linaje, pero también a los amigos y familiares que eran, y son, parte fundamental de tu vida. 

En la mayoría de los hogares, eran tiempos para el recogimiento, para en un ambiente festivo, evocar todo lo bueno que nos habían legado. Pensemos en la multitud de historias, de vivencias, que se están perdiendo, por no escuchar a los mayores. Un verdadero desperdicio de conocimiento, y en muchos casos, extremadamente emotivo. El proceso se repetía casa por casa, por la tarde, la mujer de mayor edad de cada familia recordaba a los muertos, los finados, los que habían llegado a su fin. La madre o abuela contaba anécdotas de los difuntos de la familia y los hacía presentes con sus palabras, mientras tanto, se compartía una merienda a base de nueces y castañas, acompañadas de fragante vino dulce, anís o ron miel. Tengamos en cuenta que todos seguimos activos, pese a estar en otra vida, mientras continuemos en la vivificante memoria de nuestros seres queridos.

Como en tantas celebraciones, se llega a un momento de exteriorización, más abierto, que es cuando llegaba “El Baile de los Finaos” donde se salía a la calle cantando al son de malagueñas con los Ranchos de Ánimas que con el pelete que ya disfrutamos al final del calendario, las castañas asadas y el ron miel ayudaban a que estas parrandas pusieran la nota de alegría.

En toda nuestra herencia cultural se repite esta constante evocación por los ancestros, sobre todo en clave celta. En Gran Bretaña, se denominaba Halloween (o All Hallos Eve) al comienzo del periodo denominado “Hallowtide”, que abarca la víspera y la fiesta de Todos los Santos (31 de octubre y 1.º de noviembre), así como el Día de los Difuntos.  Desde tiempos inmemoriales este periodo ha estado asociado a relatos de fantasmas, de aparecidos y de muertos. Al instaurar la fiesta de Todos los Santos, el cristianismo no ha hecho sino retomar una antigua tradición pagana. Muchas ancestrales tradiciones han pervivido por esta deconstrucción religiosa.  En el siglo VII, la fiesta de Todos los Santos —es decir, la de “todos los santos del cielo”— todavía se celebraba el 13 de mayo. Fue trasladada al 1.º de noviembre en el año 835. En tiempos del paganismo ese momento del año era aquel en el que se honraba a los antepasados fallecidos y a todos los dioses de la comunidad. Una intensa mirada al pasado, pero con una enorme proyección de futuro.

Estaban absolutamente convencidos, yo lo estoy, de que ambos mundos entraban en transparente comunicación, me refiero al mundo de los vivos y al mundo de los muertos. Las barreras se difuminaban y frágiles se tornaban las fronteras entre ambos espacios, a la vez que se favorecía el paso de las almas al mundo de los vivos; los difuntos transitoriamente se liberaban y volvían a favorecernos con su benefactor influjo.

Nada de horripilantes espantajos, nada de comerciales escenografías repletas de calabazas, que nada tienen que ver con lo nuestro, salvo un canto a la fealdad, con un aborrecible sabor a plástico. No renunciemos tan gratuitamente a lo nuestro.