Hace más de dos semanas, Charlie Kirk, de 32 años, incansable divulgador e inspirador de la juventud conservadora estadounidense, fue cobardemente asesinado por un francotirador. Kirk, que inició su andadura muy tempranamente, ha sido un popularísimo activista de la Alt Right, del MAGA (Make America Great Again) y del Partido Republicano. He dejado pasar unas semanas, para poner algo de templanza, en una muestra más de la intolerancia homicida de los que pretenden liberarnos a golpes de nuestros errores. Muestras que han quedado contrastadas por la alegría y satisfacción de algunos de sus detractores.

Estimo que conviene destacar dos importantes cuestiones en relación a esta fatal desgracia. Charlie Kirk no era un radical, ni un extremista, ni un mercenario. Al contrario, sus intervenciones siempre fueron extremadamente equilibradas y razonadas. Desde el principio, su “modus operandi” resultaba tan valiente, como sencillo y cercano. Acudía a las universidades, ponía una mesita y una silla, e invitaba a todo el mundo a dialogar con él. Invitaba a los estudiantes a que dialogaran, y presentaran sus argumentos sobre su visión del mundo. Participaba con gusto en debates con personas de otras ideas, escuchaba sus argumentos e intentaba comprenderlos. Con mucho valor, paciencia y tranquila perseverancia. Pero era un convencido tradicionalista, cristiano, conservador y amante de su nación. De hecho, presentaba una permanente invitación a que le convencieran de que estaba equivocado en sus planteamientos. Pero siempre en base al franco respeto y el diálogo.

Esto puede parecer sencillo, y no lo es. Todos los días vemos cómo se fomenta la polarización más mezquina en beneficio del poder. Pero estamos hablando de hace diez o quince años, con una sociedad dominada por la progresía más intolerante. Una sociedad excluyente, que abogaba por la cancelación de cualquier disidencia. Una intolerancia liberticida, promovida por los que piensan que tienen superioridad moral, por un relato inconsistente, pero repetido y amplificado por los que “no quieren libertades, en nombre de la libertad”. Unos tiempos donde uno perdía su trabajo, o era excluido socialmente como un apestado, por no comulgar con las verdades absolutas de la izquierda más radical. Ahora las tornas están cambiando, y parece que hay cabida para el debate y la confrontación de ideas, y eso, no le permite hacer la digestión a más de uno.

En segundo lugar, y como contraste a lo que justo acabo de comentar, manifestar mi disconformidad, por lo que están promocionando algunos destacados miembros del Partido Republicano. Charlie Kirk era un potente defensor de la Primera Enmienda. Nadie debe ser cancelado por sus ideas. Nadie debe ser reprimido por sus ideas, por estúpidas, desagradables e intolerantes que nos puedan parecer. La libertad de expresión es fundamental. Por eso, él hubiera sido el primero en estar contrariado por las desafortunadas medidas que se están adoptando, frente a los intolerantes que se han alegrado por su asesinato. No me gustan, pero son sus ideas, por peligrosas y desagradables que puedan ser. Las ideas deben ser ”combatidas” por otras ideas. Ni hay que utilizar las mismas medidas represivas de los intolerantes, ni mucho menos, hay que pegarle un tiro en el cuello al que no piensa como nosotros.

El filósofo Miguel Ángel Quintana Paz, destacaba en X, unos escalofriantes datos que respaldan lo expuesto: “Impresionante. No hace ni medio año que el propio Charlie Kirk advertía de lo que las encuestas claramente ya mostraban: en la izquierda la cultura del asesinato se estaba expandiendo veloz. Un 48% veía algo justificado el asesinar a Musk; un 55% pensaba lo mismo sobre Trump”.

En España Kirk no ha sido una figura muy conocida, pero en el mundo anglosajón ha sido un fenómeno espectacular. Este joven, desarrolló una plataforma de debate que se extendió a numerosas universidades y campus de Estados Unidos, donde jóvenes de mentalidad conservadora comenzaron a alterar el “pensamiento único” imperante de unas élites universitarias rebosantes del catecismo de la Agenda 2030. Imposible que alumnado, y mucho menos el profesorado, no compartiera y divulgara las doctrinas de género, el feminismo radical, las normas LGBTQ+, y el apoyo al más desenfrenado multiculturalismo y el apocalipsis climático. En definitiva, imposible disentir con el transhumanismo más radical e intransigente. De algo de eso, también sabemos en España.

Firme en sus ideas, pero siempre abierto al diálogo. Consecuente con sus creencias, pero siempre respetuoso con los que no compartían su visión del mundo. Su último combate en la Universidad del Valle de Utah, formaba parte de la gira “Punto de Inflexión”. Llevaba su camiseta con el lema LIBERTAD, otro gesto más de su permanente y pacífica declaración de principios frente al totalitarismo de la izquierda global. Charlie Kirk hablaba tranquilamente ante una multitud de estudiantes en la carpa “American Comeback”, cuando un cobarde lo asesinó a 200 metros de distancia de un tiro en el cuello. Esta es la forma de dialogar de algunos.

Estas dos semanas nos han permitido evaluar nuevamente la «doble vara de medir» de la izquierda caviar y palmeros subvencionados, recordando que en otros casos de gran repercusión internacional se observaron minutos de silencio en parlamentos e instituciones, mientras que ahora, apuestan por el silencio cómplice, e incluso el desprecio a la víctima. Algunos medios nacionales han justificado el crimen contra este valiente pensador con expresiones como «era un fascista» o «era un provocador que defendía las diferencias raciales». Así se refirieron a Charlie Kirk, diferentes cadenas como RTVE, Cuatro o la Cadena SER, que llegaron incluso a relativizar el valor de su vida y a sugerir que era responsable, por sus ideas, de su propio asesinato.

Como final de estas líneas, y como principio de lo que a buen seguro va a traer el asesinato de Charlie Kirk, referirme a la portada de la revista TIME. Estos publicaron como idea central una foto de la Universidad del Valle de Utah con la tienda de campaña de Kirk en tonos rojo sangre y la inscripción “Basta”. No es para menos, este repugnante asesinato, de un líder que siempre apostó por el diálogo, dejando a dos hijos sin padre y a una joven esposa, además de abandonar a su suerte a una juventud que a medida que abandonaba el miedo al discurso único, se acostumbraba a comparar ideas, planteamientos y visiones, en el absoluto lujo de pensar por uno mismo.

Luis Nantón Díaz