Si no sale en la televisión no existe, si no hay menciones en las redes sociales a nadie le preocupa, si no hay una mísera foto con la que emocionarse poco hay que hacer. Pero la tragedia cubana continúa ardiendo y cada día con tintes más dramáticos.

Hace unos días la poetisa cubana Wendy Guerra realizó un emotivo llamamiento para que no olvidemos lo que están sufriendo los cubanos. Son los últimos estertores de una dictadura comunista, que hace insufrible la vida a sus ciudadanos.

La escritora cubana denuncia que debido a la brutal falta de medios, la insalubridad se ha adueñado de Cuba, convirtiéndo todo en un gigantesco vertedero. Tan lamentable situación está tensionando, como nunca, la casi extinta infraestructura sanitaria. Hospitales y farmacias no cuentan con recursos, medios, ni medicinas, mientras la dictadura se empeña en blindar la isla e impedir la entrada de organizaciones internacionales de cooperación para paliar parcialmente el desastre.

La poetisa clama al cielo porque niños, jóvenes y ancianos han sido abandonados a su suerte dentro de sus casas o en hospitales y policlínicos, saturados de enfermos. Cada día, miles de personas se acuestan sin cenar, o no tienen nada para comer antes de salir a enfrentar su jornada. Los sueldos no alcanzan para comprar alimentos, jabón, detergente para lavar la ropa o transporte para desplazarse por pueblos y ciudades. La Cuba de hoy es un completo caos, donde sólo unos pocos sobreviven al colapso social; y esos pocos, carecen de garantías para mantener sus negocios, siempre amenazados y controlados por el largo tentáculo de las autoridades.

Para aumentar el horror de la situación, el huracán Melissa ha multiplicado las carencias.  Apenas existe servicio de transporte público para llegar a los centros de salud. Tras el paso del huracán , cientos de ciudadanos cubanos, asentados en el oriente del país, se encuentran aislados en zonas recónditas, donde han visto destrozados sus hogares y pertenencias. Los apagones, la falta de agua, y sobre todo, la separación y desarraigo familiar, son el día a día de los cubanos. La ilusión porque regrese la luz, los hijos, nietos, padres y hermanos, son el ruego cotidiano dentro de la isla.

Llega un momento, como también está ocurriendo en Venezuela con la dictadura de Maduro, en el que el pueblo se asfixia, donde la gente se cansa de luchar. Se ven solos frente a la injusticia, el miedo y la represión. Hablamos de sociedades donde se sobrevive bajo el más espeso de los silencios, por el mutismo al que te condena un sistema represivo que en breve cumplirá 70 años de explotación y locura ideológica.

Como también ocurre con algunos países hispanoamericanos el exilio sostiene económicamente a una parte importante de la población, enviando dinero, medicinas, y alimentos para la supervivencia de sus familiares y amigos. Resulta paradójico, que para la dictadura cubana, ese exilio que los mantiene vivos con oxígeno ajeno, personifica a su mayor enemigo.

El impresentable estado de la economía cubana resulta escandaloso, solo parejo con la total ausencia de libertades. Lamentablemente, y como siempre, nuestro gobierno no ha movido ni un dedo para respaldar al pueblo cubano en su lucha contra la tiranía y, de hecho, desde los elementos más radicales del Ejecutivo reiteran las casposas mentiras de la propaganda pijoprogre. No sólo eso, sino que este año han autorizado la venta de 24 toneladas de munición para la policía del régimen. En ejercicios anteriores, nuestro país ya había exportado armas utilizadas por la policía cubana en la represión de las protestas de julio de 2021 y 2023.

Y como no basta con el hambre, los constantes apagones, la generalizada insalubridad, tenemos un firme sistema represivo que no levanta la bota. Al menos 198 acciones represivas se registraron, solo el mes pasado, contra la población, de las cuales 30 fueron detenciones arbitrarias y 168, abusos de todo tipo, según denunció hace una semana el Observatorio Cubano de Derechos Humanos (OCDH). Sólo en este mes de octubre.

Desde enero, ya son 2.660 los atentados represivos con el fin de impedir o limitar el ejercicio de derechos civiles y políticos en la isla, cerca de quinientas detenciones arbitrarias. Entre las principales violaciones se cuentan bloqueos de viviendas de activistas, juicios sin garantías, abusos contra presos, y un permanente hostigamiento a cualquier tipo de disidencia. Según el último informe de la organización Prisoners Defenders, en la isla hay 1092 presos políticos y de conciencia, bajo condenas judiciales o disposiciones de limitación de libertad por parte de las fiscalías comunistas, sin supervisión judicial alguna, debido proceso o defensa efectiva. El paraíso prometido.

Hablamos de miles de personas encarceladas, muchas más permanentemente canceladas, para perpetuar un régimen que carece de cualquier apoyo, salvo de un ejército y una burocracia de auténticos oligarcas. Demasiados años de complaciente silencio. Cuba no lo merece, su gente menos y debemos luchar para que por fin puedan liberarse de estos “enfermos”. Porque lo realmente terrible es que han hundido a la nación, que es lo único que puede aportar el comunismo a un país, ruina, hambre y miedo.

Con la insufrible situación que está padeciendo Cuba, donde ni el turismo es sostenible por la carencia de recursos y la creciente inseguridad, es la propia dictadura quien tendría que pasar el testigo. Como finalmente apuntaba Wendy Guerra “tienen el deber, la obligación moral, la responsabilidad urgente de dimitir y dejar el país en manos de aquellos que puedan rescatarlo; de lo contrario, pasará a la historia como el verdugo que terminó de aniquilarnos y nos exterminó como nación”. No puedo por menos de sumarme a ese lamento desgarrador, por tantos cubanos que dejaron en Cuba su corazón y lloran desde el exilio la destrucción de su país.

Luis Nantón Díaz