El pasado domingo 30 de noviembre miles de trabajadores autónomos tomaron las calles españolas, para pedir justicia, y denunciar la auténtica persecución económica y normativa que sufren por el Gobierno. Los trabajadores autónomos se manifestaron en más de 21 capitales, porque ya no pueden sostener lo insostenible. Pagan como empresas, sobreviven como mileuristas y trabajan como si no fueran humanos. El Gobierno promete alivio mientras aprieta más. Una situación tan insostenible, como inviable.

En Canarias casi 10.000 personas participaron en las diferentes concentraciones, destacando las movilizaciones de Gran Canaria y Tenerife. «Autónomos, unidos, jamás serán vencidos»; «menos burocracia, más eficacia»; «pagar y callar, ya no puedo más» o «no queremos privilegios, solo justicia», son lemas que los participantes coreaban incesantemente, porque es necesario movilizarse para cambiar las cosas. Como dice Juan Manuel de Prada:  «Hoy en día hay gente que piensa que nuestros políticos no pueden hacer nada por la subida de los precios de los alimentos y sin embargo creen que existe un cambio climático y que esos mismos políticos lo van a detener». ¡Basta ya de cuentos!

Basta ya de financiar ONGs de colegas, sindicatos zombis y “agendas woke” mientras las familias y las empresas se ahogan. Hay que celebrar la incipiente labor de la Plataforma por la Dignidad de los Autónomos que demanda “recetas” diferentes a los políticos responsables de este desastre. No se puede continuar dopando el PIB con despilfarro público e inmigración masiva. Con tanto iluminado sediento de votos, continúa disminuyendo la tasa de actividad, los salarios se desmoronan y la productividad ni está, ni se la espera.

Mención especial merece La Plataforma por la dignidad de los autónomos. Es una organización de reciente aparición que funciona como un movimiento ciudadano de protesta y reivindicación social. Aparentemente no tiene filiación política y se articula mediante portavoces locales e independientes, aunque no cuentan con un organigrama establecido. En su discurso público destaca que busca dignidad, derechos sociales y reconocimiento real del peso de los autónomos en la economía. En sus convocatorias repiten: “No pedimos privilegios, pedimos justicia.” Solo puedo alabar, desde estas líneas, su actuación, refrendar sus reclamaciones y aplaudir su iniciativa. 

Con la bandera de “Autónomos asfixiados. Basta ya”, las movilizaciones han exigido una alteración en el sistema de cuotas, mayor transparencia administrativa y coberturas sociales similares a la de los empleados por cuenta ajena. La plataforma solicitó a los participantes que marcharan vestidos de negro, en señal de luto simbólico por los negocios que cierran y portar un guante rojo en la mano derecha para representar la “sangría económica” que, indudablemente, padecen muchísimos trabajadores.

Los manifiestos lanzados en todas las concentraciones determinan una serie de reclamaciones fundamentales. Que los parámetros de cotización y seguridad social de los autónomos sean “equitativas y dignas”, con protección social equiparable a otros colectivos: bajas, prestación por cese de actividad, pensiones dignas, maternidad/paternidad. Que las cuotas que pagan los trabajadores por cuenta propia sean proporcionales a sus ingresos reales, de modo que no paguen cuotas desorbitadas cuando no facturan o cuando disminuyen sus ingresos.

Analizando a los activistas que participaron en estas movilizaciones, queda patente que pertenecen a sectores económicos muy diferentes, porque los autónomos son ya más del 55% de la actividad económica nacional. Pese a la adversidad, pese a las trabas, los autónomos se aferran a una actividad independiente y todos unidos por un mensaje común: la necesidad urgente de una protección adecuada. Todas las proclamas dejan de manifiesto que el colectivo sufre una ausencia casi total de cobertura en aspectos básicos de la vida laboral.

La plataforma denuncia la persecución a los autónomos, constituyendo el problema más grave de cuantos castigan a nuestra economía. Es una persecución al ciudadano medio, trabajador, pequeño propietario y que cree en su trabajo, en su esfuerzo y en su ahorro. Para los políticos de siempre, rendidos a la agenda 2030, es mejor promover a personas dependientes del Estado, asegurándose con los impuestos que todos pagamos, la fidelidad de tanto estómago agradecido.

No es incompetencia, no es que estemos en manos de unos cretinos irresponsables, es una compleja estrategia de ingeniería social para tener esclavos felices: empobrecimiento de la sociedad, eliminación de la clase media, sustitución demográfica, aniquilación del pilar familiar y derribo del sistema educativo.  Estos globalistas no quieren ciudadanos libres sino contribuyentes obedientes. Al que arriesga e invierte, lo penalizan; al que reclama, lo ignoran; al que produce, lo exprimen. Es una estrategia de control: menos autónomos conlleva más dependencia y más dependencia fortalece el control.

Los autónomos deben ganar la fuerza y la representatividad que merecen. Uno de sus problemas es la heterogeneidad del colectivo: “autónomo” es un término amplio: desde un trabajador solitario, un concesionario de un piso o un comerciante de barrio, hasta autónomos con actividad profesional potente. Obviamente hay intereses divergentes que hay que conciliar. 

Los trabajadores autónomos deben sostener la presión en el tiempo para asegurarse que cambien las cosas. Espero que la plataforma adquiera el peso y consistencia que un colectivo tan importante necesita y merece. Que no caigan en el anquilosamiento de los sillones de asociaciones patronales donde la ilusión se difumina, en proporción a la comodidad de la renuncia de los gestores.

Lo dicho, en estos tiempos, son trabajadores indispensables, por su capacidad, por su esfuerzo emprendedor, por su ilusión. Los autónomos son más necesarios que nunca.

Luis Nantón Díaz