Intentemos avanzar algo en la comprensión de la agenda 2030 y su catecismo climático. Como todos los vectores de su rosco multicolor, cada objetivo entraña un negocio y desborda intereses económicos. Intereses y objetivos cuyos beneficiarios son unos pocos, y que nada tienen que ver con el edulcorado disfraz de buscar un mundo feliz. Al menos, no como nos lo pintan.

El “histerismo climático”, pese a las nobles aspiraciones de muchas personas con conciencia ambiental, lo cual es tan loable como de sentido común, es aprovechado por las élites globalistas para propiciar diferencias y desigualdades. Aumentan la dependencia energética de las naciones, eliminan el sector primario con medidas totalitarias y abusivas, desequilibran las estructuras energéticas artificial y alocadamente, eliminan tierras de cultivo para plantar placas solares, eliminan ganaderías por la repercusión de las ventosidades animales, alteran los recursos hídricos de forma demencial y asfixian a los agricultores nacionales, mientras favorecen las importaciones de terceros países sin apenas garantías…

Un denominador común de todos los tentáculos de la agenda 2030, es su creciente empecinamiento en eliminar cualquier movimiento disidente. Pese a que no hay nada más científico que el debate y la educada controversia, sus inquisidores se obstinan en eliminar cualquier pensamiento divergente. No les basta con que muchos de los estudios científicos, coincidan con los objetivos de patrocinadores y financiadores. Tienen que acabar, incluso cancelando o encarcelando, a cualquier individuo que dude de sus arbitrarios y excluyentes postulados.

La verde progresía ya no se conforma con imponer restricciones económicas y sociales: ahora atacan a cualquiera que tenga la valentía de cuestionar su relato. El pasado mes de junio la italiana Elisa Morgera, comisaria de “Derechos Humanos y Cambio Climático” de la ONU, presentaba un informe oficial que exige actuar contra los que propagan desinformación climática”. El documento, titulado “La urgencia de desfosilizar nuestras economías”, sostiene que la producción y consumo de combustibles fósiles son incompatibles con el respeto a los derechos humanos. 

Aunque Morgera centra su informe en la industria petrolífera, sin entrar en las complejidades industriales de “industrias alternativas” se abre la puerta, y es una puerta muy grande, a la imposición de sanciones penales, frente al  «escepticismo» climático —y su difusión— como una amenaza a los derechos humanos que los Estados tienen obligación de suprimir. Esta es la totalitaria tendencia de la globalista ONU que les apuntaba al inicio: transformar en delitos las opiniones disidentes, bajo la etiqueta de «desinformación». En la práctica, las recomendaciones del Consejo de Derechos Humanos legitiman políticas de censura y restricciones a la libertad de expresión para quienes no aplaudan la narrativa oficial.

En esta línea la Corte Internacional de Justicia ha declarado hace unos días que el cambio climático es un «riesgo universal» existencial, causado «inequívocamente» por la actividad humana. La Corte Internacional de Justicia advierte de que la violación de cualquier obligación «constituye un hecho internacionalmente ilícito que acarrea la responsabilidad del Estado infractor, quien debe continuar cumpliendo la obligación incumplida». La nueva y excluyente religión climática pretende ahogar todo debate científico etiquetando a los críticos como negacionistas peligrosos y expulsando a los científicos disidentes de las instituciones. Se ve que nuestros mandatarios pisan el acelerador en el desmontaje y trituración de nuestra economía. No tendremos nada y seremos felices.

Nadie duda de que el dinero llama al dinero, así que cuando el poder busca algún provecho, siempre se trata de más poder. Esto es inherente a su propia naturaleza. La estrategia es montar instancias de poder transnacionales, que pretenden estructurar el mundo conforme a una visión política y económica más plana, lineal y controlable. Por eso es prioritario convencer al personal de que necesitamos estas organizaciones. ¿Cómo generar esta necesidad? .  Fomentando la idea de que nos hallamos ante problemas que superan las capacidades de las naciones, desafíos mundiales. Por ejemplo, una próxima amenaza de orden mundial a causa de… una alarma climática. 

Como apunta el siempre documentado Fernando del Pino en su último artículo www.fpcs.es los publicistas del catecismo climático no están muy felices, les está costando más de lo que pensaban el adoctrinarnos. Destaca aún más con el recordatorio del apagón del pasado mes de abril, que puso de manifiesto “la estupidez y peligrosidad de la obsesión por las energías renovables, intermitentes, inestables, caras e ineficientes”. 

En su último artículo Fernando del Pino ofrece generosas referencias a la revista Science sobre una reconstrucción paleoclimática de temperaturas, o el último informe del Instituto Meteorológico Danés sobre las temperaturas en Groenlandia o un extenso comentario sobre el trabajo de Lindez y Happer, catedráticos de Ciencias Atmosféricas y de Física sobre las políticas de cero emisiones. Insisto, no tiene desperdicio.

Cada día aparecen más científicos valientes, que pese al miedo a la cancelación, a no obtener ayudas para sus proyectos o cosas peores como las que pretende la Corte Internacional de Justicia de la ONU, ofrecen sus estudios y trabajos frente a esta locura totalitaria. Recientemente más de 1.600 científicos, entre ellos varios Premios Nobel, suscribieron una decidida declaración “No hay emergencia climática”. Esta disruptiva declaración ha sido lanzada al amparo de la fundación Climate Intelligence (CLINTEL). «La ciencia del clima debería ser menos política, mientras que las políticas climáticas deberían ser más científicas». 

Es una evidencia histórica que el cambio climático existe, tan obvio, como que el clima se transforma por su propia naturaleza. Podemos determinar ciclos y tendencias que a posteriori podemos relatar, pero es difícil evaluar con proyección de futuro. Podemos teorizar, eso no resulta complejo, pero siempre teniendo presente que la ciencia del clima es una de las más imprecisas: son múltiples y diversos los factores que convergen, y tan difícilmente parametrizables, que cualquier axioma es necesariamente relativo. Así es la ciencia.

El miedo es la herramienta de los totalitarios. Nosotros tenemos el espíritu crítico, el análisis, el poder comparar y decidir. No les regalemos un triunfo que no merecen, y así, en verano, seguirá haciendo calor y no pasa nada.

Luis Nantón